Eurocopa

Sudáfrica

Brasil se derrumba ante Holanda

Holanda necesitó 36 años y ocho mundiales para infligir a Brasil una dura derrota, hoy de remontada por 2-1 en Puerto Elizabeth, que deja al equipo 'Orange' en semifinales y devuelve a casa a un equipo 'Canarinho' que avanzaba en el Mundial de Sudáfrica con paso de favorito.

Holanda 0-1 Brasil
Holanda 0-1 Brasillarazon

Robben se desesperaba preguntándose por qué tenía que correr él detrás de Robinho para nada. El extremo holandés era el único que se dio cuenta de la carrera del bra- sileño a la espalda de la defensa para recibir un increíble pase de Felipe Melo. Heitinga, mientras, pasaba por allí despistado como un turista. Era más que un gol, era un síntoma de lo que sucedía en el partido. Brasil recibía el premio por atreverse a ser Brasil. Holanda simplemente estaba allí y tenía que aguantar el baile brasileño.

Brasil se había olvidado de la defensa porque no le hacía falta. Holanda era una excursión de co- legio uniformada, pero no podía aspirar a llegar a las semifinales del Mundial. Van Bommel y De Jong eran incapaces de contener a Dani Alves, el mejor compañero para Robinho. El ex madridista ha sabido asumir la condición de estrella en su selección. Kaká es sólo su ayudante a tiempo parcial. Un trabajador cualificado que cuando se involucra provoca algunas de las mejores jugadas de cada partido. Como en la primera mitad cuando la estirada de Stekelenburg taponó el camino hacia la escuadra de su disparo.

A Brasil no le preocupaba fallar ocasiones porque sabía que llegarían más. Se sentía cómodo con la pelota, sin tener que preocuparse de lo que sucedía en el fondo gracias a la incapacidad holandesa.

Pero algo sucedió en el descanso para que cambiaran los dos equipos. En el descanso y en el campo. Porque Julio César, uno de los mejores porteros del mundo, dejó de parecerlo por un momento. No se entendió con Felipe Melo para despejar un centro de Sneider con la izquierda y el centrocampista terminó rematando a su portería. Un gol inexplicable dio el empate a los holandeses y les reforzó el ego.

A partir de ese momento fueron conscientes de que ganar a Brasil era una posibilidad real. Bastaba con apretarles para que se derrumbara la fortaleza defensiva que habían exhibido durante todo el campeonato. Sus centrales, Lucio y Juan, ya no parecían tan altos ni tan fuertes. Y Maicon, que en la primera mitad hizo vereda por la banda derecha con sus constantes subidas, quedó recluido en la esquina del área para contener las arrancadas de Kuyt.

Holanda era otra y Holanda era Sneijder. El centrocampista del Inter de Milán se siente capaz de todo después de haberlo ganado todo con su equipo. Hasta de mar- car un gol de cabeza a la salida de un córner. El segundo de Holanda, el que acababa de derrumbar a Brasil.
 Los brasileños, que se habían atrevido a hacer un homenaje a sus antepasados en la primera parte, acabaron arruinados por los mismos errores que mataron a aquellas hermosas selecciones del 82 y del 86. Errores en defensa y en jugadas de estrategia.
Cuestiones de estudio indignas de preocupar a grupos tan talentosos como los brasileños. Errores que no se puede permitir el equipo de Dunga porque casi ninguno de sus jugadores hubiera tenido un sitio en aquellos equipos de Telé Santana.

Brasil perdió los nervios. El primero, Felipe Melo, que se ganó la expulsión por una inexplicable patada a Robben. Después, todos sus compañeros. Kaká perdió su compostura de hijo modélico educado en los mejores colegios de pago. Y a Dunga no le tranquilizó la sangre de barrio. El entrenador brasileño le robó el alma a su selección para que nada se escapara a su control. Lo tenía todo previsto menos la derrota. Y no supo cómo reaccionar.
Sus decisiones le impidieron a Brasil tener jugadores capaces de enderezar partidos que se tuercen. Y su única ocurrencia fue sustituir a Luis Fabiano por Nilmar. Brasil se quedaba sin referencia arriba cuando más falta le hacían los goles.

Brasil estaba muerto. Y lo que se anunciaba como un baile durante la primera parte, terminó convirtiéndose en una goleada perdonada por los holandeses. Matar a un mito en semifinales del Mundial es doloroso. Humillarlo, mucho más.