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El clan Baroja

La Razón
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A los Baroja no se les olvida. Fueron demasiado importantes en el área de la cultura española del siglo XX. Don Pío Baroja, eminente novelista, de un estilo propio e inconfundible. Crítico, melancólico, neorromántico, feroz individualista. Una obra monumental. Ricardo Baroja, pintor y magistral grabador. Igualmente con un estilo muy específico, crepuscular y lírico, a la vez que de un crudo realismo. Los Baroja han tenido ese «tono» común, especialísimo y un tanto indefinible, esa distinción reflexiva y melancólica. Una reposada hidalguía, pero llena de una recámara inteligente, sensible y crítica.
Carmen Baroja, una hermana exquisita, madre de dos inteligentes hijos, que fundó un teatro de cámara, donde Valle-Inclán estrenó sus primeras obras. Inteligente y sensible mujer, que encarna el espíritu del 98, al mismo y alto nivel que sus hermanos. Julio Caro Baroja, etnólogo y sociólogo eminente, costumbrista, que escribió ensayos tan eruditos como sorprendentes, sobre el carnaval, sobre las brujas en el complejo vasco. Y otros, sobre temas muy diversos que, en conjunto, forman un «corpus» del todo peculiar e interesante. Una obra bien duradera. Pío Caro Baroja. El menor de todos y el más romántico y secreto «príncipe heredero». Conservador y habitante del gran legado testimonial de la legendaria mansión de Iztea, en Vera de Bidasoa: el monumento barojiano más impactante y conmovedor, lleno de muebles nobles y antiguos, lleno de libros y de rincones íntimos deliciosos. Un sueño, una casa encantada, encantadora y novelesca…
En ese escenario mágico y envolvente, el sensible y refinado Pío, se ha dejado envejecer como en un sueño. El sueño común de los Baroja materializado, corpóreo, que puede suscitar la admiración de cualquier interiorista. En esa concha mágica, vive el último de los Baroja, refugiado en ella. Porque en ella parece que hay de todo, que sobra de todo, que se pudiera vivir ahí sin salir para nada al mundo. Allí se puede leer, enterarse de miles de cosas, meditar, soñar, beber en soledad o en buena compañía; un mundo autosuficiente y aparte.
Existe un libro fundamental para apreciar el clima intelectual y artístico del «clan Baroja», el libro «Los Baroja», de Julio Caro. Un clima de finos señores vascos, con un toque curiosamente británico, involuntario. La límpida y sensible escritura de Julio nos descubre a través de sus páginas la nobleza elegante y modesta de este grupo familiar tan creador y tan singular. Julio, en sus páginas, nos lo hace sentir y vivir –y apreciar– aportando datos puntuales sobre la vida, las ideas, la actividad y las costumbres de todos los miembros del clan. La familia más emblemática del espíritu generacional del 98 y su apertura, realista y melancólica, al exterior, a la novedad cosmopolita y universalista, desde su interior. En conjunto, la familia Baroja arbola esa singular distinción, inapreciada por una mayoría más ruda y más simple. Pero son ejemplares emblemáticos de esa cualitativa incorporación de España al pulso de lo Universal. Familiares, elegantes, irónicos, objetivos, reflexivos y españoles «a distancia» de lo más común y cotidiano del tópico espíritu español. Unos «progres» modélicos y ejemplares, una leyenda encantadora del arte y la literatura españolas.