Literatura

España

La literatura cambia de género

«La Odisea» ya mezcló formatos, pero la locura se desencadena ahora, en este siglo XXI, cuando no sólo ha cambiado la forma de etiquetar los géneros; también, de entenderlos.

La literatura cambia de género
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Existe una efervescencia de denominaciones, un afán por etiquetarlo todo. Dios entregó al hombre la prerrogativa de otorgar a cada ser vivo un nombre. Ocurrió en el «Génesis» y parece que nuestros antepasados se lo tomaron muy serio porque no hemos parado de hacerlo con todas las cosas con las que hemos tropezado. La humanidad padece una especie obsesión por encerrar la realidad en listas, catálogos, clasificaciones. La literatura, que siempre ha sido una abstracción libre, arrastraba tres cajones donde meter todos sus mundos imaginarios, imposibles: el lírico, el épico y el dramático. Siempre hubo apéndices, especialidades, pero el siglo XXI nos ha venido creativo y original, y ha añadido una cuantas hormas más, algunas ramas nuevas al árbol.


Escribir para mujeres
La cosa ha salido algo anglosajona, pero el ambiente internacional respira inglés por todas las costuras, y los nuevos «(sub) géneros» de la literatura han llegado a España sin traducir para espanto de la RAE. Algunos gozan de cierta trascendencia popular, como «chick lit», que son libros destinados a un público concreto, las mujeres, como «El diablo se viste de Prada». El fenómeno venía de atrás, de los 90 y sus aledaños, pero la verdadera irrupción la provocó ese éxito inmediato que fue «El diario de Bridget Jones», de Helen Fielding, más su prole de secuelas, incluidas un par de adaptaciones cinematográficas de dispar suerte en taquilla. En principio debía ser como un apuntalamiento del feminismo en la época del posfeminismo. Pero la cosa derivó en subdivisiones extrañas, aunque efectivas, como «matrona-lit», centrado en las madres, o «teen-lit», para adolescentes. Los chicos, que no podían ser menos que ellas, fueron tan originales de contraatacar con algo llamado «dick-lit», que casi es mejor no explorar. Sólo era el comienzo. «Siempre ha habido géneros -explica Emilia Lope, editora de Plaza & Janés, que conoce muy bien los caminos que atraviesan el submundo de los géneros literarios–. Surgen por la necesidad de saber, por parte del autor, qué está escribiendo y, por parte del lector, qué está leyendo. Si hay más ahora es porque también existe más información y una necesidad mayor de ajustar los márgenes. Es una forma de orientarte entre las mesas de novedades».

Desde hace unos años han proliferado estos compartimentos tan fonéticos, tan vocales. Un ejemplo es la ciencia-ficción, que se ha convertido en el recipiente de una interesante lista que se puede prolongar «ad aeternum»: ciencia ficción «hard» y «soft»; «space opera», «ciberpunk», que, a su vez, contiene «dieselpunk», «atompunk», «nanopunk»... «Dentro del "steam punk"podríamos incluir, por ejemplo, el homenaje que hace a este género Felix J. Palma en su novela "El mapa del tiempo"». Este subgénero consiste en incluir máquinas modernas, como robots, en una época tan cándida como la victoriana. Un ejemplo sería la película «Wild, Wild West». «En realidad –comenta Emilia Lope–, los géneros comienzan a mezclarse desde el principio. "La Odisea"y "La Iliada"son épicas, pero si las llevamos a un extremo, podemos afirmar que también poseen elementos fantásticos, los dioses, aunque esos cantos, no hay que olvidarlo, se recitaban como si fueran relatos históricos. En la Inglaterra del siglo XVIII "Los viajes de Gulliver"o "Las aventuras del barón Munchausen"parecían fantásticos, pero en realidad contenían un evidente mensaje político».

Un precedente claro sería la palabra «crossover», que ya gozaba de amplia aceptación en el ámbito del cómic. Con ella se intentó definir los libros destinados a público juvenil, pero cuya lectura después se extendía por otras edades. Uno de los primeros títulos fue «El mundo de Sofía», pero existen otros fenómenos más recientes, como «El niño del pijama de rayas» o la serie de Harry Potter. Un «hit» como «Crepúsculo» tiene, por supuesto, su propia parcela. En este caso se llama «romántico paranormal», que es un género dentro del llamado «fantasy», en el que ha sobresalido una obra: «El nombre del viento», de Patrick Rothfuss. Pero hay más. Ahí está la «épica fantástica», que no hace falta describir, y la «fantástica paródica», con un autor de culto como Terry Pratchett, que es un británico que se inventó algo conocido como «mundodisco» que le ha reportado fama y dinero.


Emular un éxito
«Las etiquetas –aclara Emilia Lope– también aparecen cuando ha habido un éxito y otras editoriales desean emularlo. Si no hay una aceptación masiva es difícil que fructifique». Pero en este proliferación de denominaciones hay otro motivo más personal que afecta únicamente a los escritores: «Existe cierto estrés por crear algo nuevo. Bien por copiar lo que acaba de publicar para repertirlo, como es el caso de Stieg Larsson y todas las novelas suecas que han aparecido después, pero también por innovar, individualizarte».

Una de las últimas apariciones es «mash-up»: consiste en introducir hombres lobo, chupasangres y otros seres de la noche en novelas que tengan, por lo menos, estandarte. No ha escapado a esta moda «El lazarillo de Tormes» ni tampoco «La casa de Bernarda Alba».

«Los nuevos medios han influido mucho, sobre todo internet, que ha propiciado más promiscuidad intertextual, de géneros y formatos. Es muy fácil copiar y pegar, relacionarlo todo. Dicen que con la red no se aprenden muchas cosas en profundidad, pero, en cambio, sí a relacionar toda la información. Los lectores y los escritores están más expuestos a las ideas», comenta Emilia Lope. Ella misma apunta una causa que ha propiciado este movimiento: «En algunos de estos libros hay una lectura política y también la necesidad de buscar nuevos universos debido al agotamiento de la novela realista. Internet le ha dado alas a estos géneros. Antes los "freaks"estaban más aislados, pero ahora están todo el día comunicados. Son estas personas, muchas de las cuales sienten predilección por la tecnología y conocen bien los juegos de rol, las que han encontrado en las webs una plataforma adecuada para encontrar sus preferencias».

Esta historia no termina aquí. Se puede mencionar también «urban fantasy», «gothic fiction» o una división llamada «street lit», «ghetto lit» o «hip hop fiction». «La cultura popular, la subcultura o la cultura urbana han impregnado la literatura, como hicieron y hacen la música y el cine. Hoy las referencias de un escritor no provienen sólo de su biblioteca, también de su barrio y de lo que escucha, claro».


El detalle
ZOMBIES PARA JANE AUSTEN

Una de las últimas apariciones es el género «mash-up»: revisitar un texto clásico con vampiros, zombis y demás criaturas tenebrosas y viscosas. Tiene varios superventas, como «Orgullo y prejuicio y zombis», «Sentido y sensibilidad y monstruos marinos» o un «Abraham Lincoln, cazavampiros» que se supone llegará bastante pronto.


De los jóvenes vampiros a la época victoriana
«CREPÚSCULO»,
ROMÁNTICO PARANORMAL Ambientes oscuros, adolescentes y criaturas de la noche alimentan un género nacido al calor de otro, el de la fantasía. Otra estrella aquí es «El nombre del viento», de Patrick Rothfuss.
«EL DIABLO SE VISTE DE PRADA»
CHICK-LIT
Helen Fielding inauguró este género en los 90 con el éxito de «El diario de Bridget Jones». Desde entonces, se ha consolidado la novela para un público femenino pero alejada del «culebrón».
«EL MAPA DEL TIEMPO»,
STEAM PUNK
Félix J. Palma homenajea a este subgénero de la ciencia ficción que incluye máquinas modernas en la época victoriana. El filme de animación «Steamboy», de Miyazaki, es otro exponente.
«EL SILENCIO SE MUEVE»,
TRANSMEDIA
Lo define la relacion entre palabra y tecnologías recientes. Un ejemplo en España es la novela de Fernando Marías, que mezcla ilustraciones, un guión de cine, un blog y una web.