Londres
Hampa «low cost»
En Londres éstos serán los Juegos Olímpicos del hampa. En los bajos fondos de la ciudad existe una red de delincuencia muy comunicada. La última vez que se puso a prueba fue exactamente hace un año, cuando Mark Duggan, un hampón de color, fue muerto a tiros por la Policía. Los barrios bajos de la ciudad se pusieron en pie de guerra, como en otras jornadas vividas en París y otras ciudades del mundo, con fuerte población flotante y una juventud sin esperanza. En Londres se concentran estos días los piqueros, los descuideros, los navajeros, los atracadores, los trileros, asesinos y atracadores. Las grandes masas de gente producen una gran concentración de dinero y, además, Londres está camino de cualquier parte, en billete «low cost».
Hace un año, los barrios se levantaron en armas para denunciar los disparos de la Policía que según la protesta fueron muy ligeros de gatillo. Los delincuentes organizados pegaron fuego a los coches, tiraron piedras a los agentes y robaron en los grandes centros comerciales, todo bien organizado. Se llevaron botellas de licor, teléfonos móviles y televisores de plasma.
Londres es un lugar de paso para las grandes bandas, donde todo el mundo habla un idioma internacional y se extienden los tentáculos del crimen organizado. El pequeño delito se combate sin armas. Los policías de calle, los «bobbies», se hacen cargo sin mayor problema, pero el que crea que la ciudad es floja o está indefensa, se olvida de Scotland Yard, la que pasa por ser la mejor Policía del mundo.
Fueron agentes de Scotland Yard los que precisamente dispararon contra el hampón Duggan, abriendo una internacional de terror. Los activistas británicos salieron a la calle en una protesta espontánea que parecía ensayada. El mensaje era muy claro: ellos son los últimos resistentes a la brutalidad policial y no piensan permitirla. Los agentes habían dado el alto a Duggan, pero éste no hizo caso, incluso se permitió disparar a la Policía. Rápidamente le replicaron con armas austriacas, de esas que son como el «iPhone» de las pistolas.
Presión de la delincuencia
Hay un conflicto entre el crimen organizado y la ciudad de Londres. Los londinenses no permitirán que sus calles se conviertan en Chicago años treinta, y los delincuentes no dejarán que los expulsen de la City. Hay un canon de pequeño tráfico de droga que está prohibido, pero resulta constante, hay una cuota de armas vendidas a buen precio en el centro de la ciudad, hay una cuota de atracos, un índice de asesinatos y una participación de robos. La Policía se esfuerza en disminuir esas cifras, pero la presión de la delincuencia las mantiene estables.
No sucede nada especialmente chocante, pero siempre hay un tiroteo, un atraco, un hurto osado y un vuelo de objetos al descuido. Los que asistan a los Juegos Olímpicos en esta hermosa ciudad llena de historia deberán prevenirse en los tumultos para no perder la cartera y no iniciar excursiones en lugares solitarios para no perder los anillos. Los delincuentes ya se han repartido la ciudad, porque saben que los acontecimientos así siempre se precipitan.
Los delincuentes arramblarán con todo y lanzarán avisos a la Policía: si sois duros, iremos al conflicto social. La sociedad criminalizada canibaliza al Gobierno, y siempre es mejor el robo de unos bolsos, algunos atracos, un par de cuchilladas, que un estallido en los barrios de las familias desestructuradas, donde se ocultan las mafias para pasar la droga que hará más llevadera la depresión.
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