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Se confirma el «affaire» de Marina Danko por Jesús MARIÑAS
Parece más de lo mismo, pero confirma lo que se anticipó en esta página el sábado.
«¡Hola!» compró un amplio y muy comprometido reportaje de Marina Danko y su primo paseando por Venecia como una pareja sin compromisos. Aunque no todo es tan bonito como lo pintan. Al piloto de Iberia le espera en unos días un juicio con su ex, Inés, azafata y madre del pequeño que nació de esa relación. Pelean por la patria potestad, y el tema agria todavía más el carácter del aviador, que mañana, salvo imprevistos o maniobras de última hora producidas tras nuestro avance, quedará retratado con ella en un amplísimo reportaje. Éste es inequívoco, explícito y aclarador. La duda está en si la revista, que ya publicó una exclusiva con la colombiana en la que contaba sus desdichas al lado del buenazo de Palomo, archivará las fotografías del dúo: un testimonio que por fin aclarará quién es quién en el matrimonio Linares-Danko. O cómo se las gasta cada cual. Resulta un tanto a favor del veterano matador, que siempre es pastueño manejando su desagradable e inesperada ruptura. Fue una sorpresa después de estar unidos 33 años. Además, los comentarios sobre Marina han sido constantes, incluso llegaron a unirla a algunos personajes de renombre nacional. Su belleza generó todo tipo de especulaciones, algunas disparatadas. Lo cierto es que este reportaje suena a encerrona, podría tratarse de un montaje para poner las cosas en su sitio y evitar que sigan especulando sobre el romance. Las imágenes fueron tomadas, al aparecer, en plena plaza San Marcos sin disimulos. Él cogiéndola de la cintura y acariciando su cuello. Su primo lucía un chaquetón tres cuartos negro con cuello de piel, mientras que ella vestía una sahariana muy a la moda y bien complementada con botas a medio muslo, negras igualmente. Las apariencias no engañan y lo veremos mañana si todo se mantiene como está previsto. Adiós al «escondidas he de verte» que yo le cantaba a Carmen Jara cuando encorajiné a Encarna Sánchez y nos topábamos en los pasillos de la vieja COPE, situada en la calle Juan Bravo. Todo era de bolerón.
Más misterios al descubierto: Julio Ayesa deshace los entuertos que Ana Obregón incluye en sus memorias. El pamplonica, que fue su íntimo guardaespaldas, no deja títere con cabeza: «A Montenegro fue invitada por mi amigo Ricardo Sicre, un millonario catalán, socio del Hotel Loewe, y de Rainiero. Cuando llegamos, Ana –cenicienta en pos del príncipe– creyó que un Mercedes aparcado en frente de nosotros era de Alberto: ‘‘Julito, fíjate, tiene sus armas en la puerta igual que en las carrozas''». «No seas boba cariño: es un taxi blanco y luce las armas de Montecarlo en el escudo heráldico», dice que le contestó, en tono desmitificador. Y prosigue: «Luego, creyó que la sentaban cerca de un obispo al oír lo de Monseñor, tratamiento del príncipe gobernante». Y qué comentar de cuando fue madre: «Es igualito a Luis XVI», afirmó Obregón sobre su propio hijo.
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