Estados Unidos
«Pido a Alá que acabe con Al Qaida»
Imran Khan tenía 22 años y una vida por delante, llena de sueños y proyectos. Pero una bomba le robó el futuro. Este joven cadete de la Academia del Cuerpo de Fronteras es una de las 89 víctimas mortales del brutal atentado suicida perpetrado por los talibán paquistaníes para vengar la muerte de Osama ben Laden.
Imran provenía de una familia campesina y con mucho esfuerzo, su hermano mayor pagó un soborno de 70.000 rupias (unos 600 euros) para que él ingresara en un centro de reclutamiento de la Academia. Khan acababa de casarse. En la puerta de su casa aún siguen colgados los adornos de recién casados. El silencio y la tristeza saturan el ambiente del velatorio. En el porche de la vivienda han montado una carpa con «charpai» –camastros de madera típicos pashtunes– para recibir a los invitados. Los vecinos de Dara Kuri han acudido para darles el pésame.
Irshad, de 28 años, es el primogénito y cabeza de familia desde que falleció su padre hace siete años. «Mi hermano servía a su país. Estamos orgullosos de que sea un mártir por defender la nación. Aunque ha pagado un precio muy alto. Estas son las consecuencias de la operación que acabó con Ben Laden. Esos terroristas no merecen ir al Paraíso, sus cuerpos no tendrán sepultura», asiente con resentimiento, mientras agarra con las manos un retrato del fallecido.
Las mujeres velan al muerto en un espacio reservado. Shamim, la viuda de Imran, no ha salido de su habitación desde que se enteró de la fatal noticia. Maqlum, la madre de Imran, apenas puede mantenerse en pie; la mata el dolor: «Soy viuda y ahora he perdido a mi amado hijo. Estoy destrozada pero al mismo tiempo orgullosa de él porque ha dado su vida por servir a su país. Si volviera a nacer le pediría de nuevo que fuera militar. La sangre de nuestros hijos es el precio que pagamos por la libertad. Pido a Alá que acabe con los insurgentes».
Las fuerzas de seguridad han acordonado la zona del atentado y han prohibido el paso a la Prensa hasta que finalice la investigación. La Policía, las fuerzas especiales y las agencias de inteligencia llevan una actividad frenética para continuar con las pesquisas y obtener pruebas. Mientras, en el resto de la localidad, sus habitantes intentan volver a la normalidad pese a la conmoción. «Escuché la primera explosión. Mi casa está a sólo 100 metros de la academia militar y decidí ir a ayudar. La situación era horrible, mucha sangre y gente gritando. Entonces se produjo la segunda explosión y de nuevo se convirtió en un caos», relata Israr, un testigo de la tragedia. «Esto es sólo el principio. Los insurgentes quieren causar un baño de sangre en el país», advierte el vecino.
Charsada es la puerta de entrada a la áreas tribales del noroeste del país. Su ubicación fronteriza, a sólo seis kilómetros del linde con la región rebelde y a doce del centro de reclutamiento, facilitó la entrada de los dos terroristas suicidas. «Eran reclutas de Qari Ihtisham», líder del Tehrik e Talibán Pakistán (TTP) en la zona de Mohmand, vecina de Charsada, explica Sadar Bahadar, inspector jefe de Policía. «Después de la muerte de Ben Laden, todos somos objeto de ataques terroristas. No sólo las fuerzas de seguridad. Pero no tenemos miedo», dice Bahadar.
Pakistán pide revisar su alianza con EE UU
El Parlamento de Pakistán aprobó ayer por unanimidad una resolución en la que condena el operativo realizado por fuerzas especiales estadounidenses y que concluyó con la muerte de Osama ben Laden, al tiempo que reclama una revisión de las relaciones con Estados Unidos. La resolución aprobada extendió las críticas a los continuos ataques de aviones no tripulados («drone») norteamericanos en la zona noroeste de Pakistán, cerca de la frontera con Afganistán, informa Reuters.
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