Crítica

El primer fuego creativo de Rossini

La Razón
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Rossini Opera Festival
«Demetrio e Polibio», de Rossini. Mª J. Moreno, Y. Shi, V. Zaytseva. Coro de Cámara de Praga. Orquesta Sinfónica G. Rossini. Direc. musical: C. Rovaris. Direc. escénica: D. Livermore. Pésaro, T. Rossini.

En 1806, Rossini entró en contacto con una compañía teatral encabezada por un antiguo tenor famoso, Domenico Mombelli. El compositor pidió una copia de un aria que le había gustado, y, como no la consiguió, volvió al final de otra representación con la pieza impecablemente imitada. Al parecer, la arrogancia y el talento de este chico de 14 años sorprendieron tanto al empresario que le encargó su primera ópera seria, «Demetrio e Polibio». Rossini escribió la obra, estrenada en 1812, para los integrantes de la «troupe». Para esta segunda recuperación de este Festival Rossini, se ha acudido a otro nuevo nombre de la escena italiana, Davide Livermore, en la que asistimos al nacimiento de una ópera entre los entresijos de un teatro. Los personajes, ataviados como en la época de Rossini, iban descubriendo, casi al tiempo que su autor, su identidad, así como la inspiración que los movía, simbolizada en pequeñas llamas que se encendían y apagaban en sus manos. De este modo parecían querer salir de la rigidez metastasiana del libreto en la que estaban encorsetados, sobre la clásica usurpación del poder por un tirano y la confusión de identidades.

El personaje más definido es el de Lisinga, de unas exigencias vocales estratosféricas, que sólo puede ser defendido por una soprano con la preparación técnica y la musicalidad de María José Moreno, quien ha logrado su consagración absoluta en la meca rossiniana con este tremendo papel, con el que el autor deseaba tanto que su diva triunfase que la lanzó a un triple salto mortal sin red. Junto a ella tuvieron también destacables actuaciones la mezzo Victoria Zaytseva como su amado Demetrio y el tenor Yijie Shi como el rey sirio Eumene, completando el reparto muy decorosamente el bajo Mirco Palazzi como Polibio, rey de los Partos. Corrado Rovaris condujo con propiedad al Coro de Cámara de Praga, que nunca puede faltar, y a la voluntariosa Orquesta Sinfónica G. Rossini, estructurada por Alberto Zedda con jóvenes solistas de su Accademia Rossiniana.