Artistas
El puñetero videomarcador
Ahora que ya nos han anunciado que está prohibido repetir en los videomarcadores las jugadas polémicas y que podrían dejar a los trencillas a los pies de los caballos, nos alegramos profundamente por las madres de los árbitros, de las que, aun así, nos seguiremos acordando aunque esté feísimo hacerlo y decirlo. Si lo hemos entendido bien, a partir de los dos chafarrinones del domingo, el gol de Lampard a Alemania, que entró, y el clamoroso fuera de juego de Tévez que yo creo que el colegiado no vió por miedo a que se le revolviera Carlitos, sólo se podrá ver en las pantallas de los estadios los fallos clamorosos de los jugadores y al pintoresco público que los puebla. Lo de las pifias no está mal: siempre es muchísimo más saludable que los aficionados se cojan un cabreo como una mona con el futbolista patrio o que se partan la caja con la ridiculez perpetrada por el extranjero antes de emprenderla con un señor con un pito. En ciertas latitudes, además, el que la pifia se obliga a esconderse durante años, con lo que se provoca que el mercado de fichajes se mueva y el pifiante busque rumbos y parajes lejanos, momento en el que se demuestra que como fuera de casa no se está en ningún sitio. Lo del público merece un punto y aparte. Qué clase de gente va al fútbol, vamos a ver, que no puede ir nunca discretita. Es tan difícil, me pregunto, vestir simplemente de sport. Y lo peor. ¿Es tan complicado permanecer en la misma posición que se tenía antes de saberse enfocado? Que están perdiendo sus equipos, el personal mira a una cámara, se enciende el piloto, y se monta un sindiós de alegría. Guarden las formas, hagan el favor, hombre ya.
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