Teatro

Barcelona

De Filippo el CDN vuelve a Nápoles

En las últimas temporadas nos hemos acostumbrado en la cartelera madrileña a la presencia de Eduardo de Filippo, un autor imprescindible en la historia del teatro italiano. Una revisión de su obra más célebre, «Filomena Marturano», un redondo montaje de «El arte de la comedia» y un aplaudido «Con derecho a fantasma» preceden al nuevo texto con el que este año el Centro Dramático Nacional abre su temporada: «Yo, el heredero».

Ernesto Alterio y Concha Cuetos, en el centro, en un momento de «Yo, el heredero»
Ernesto Alterio y Concha Cuetos, en el centro, en un momento de «Yo, el heredero»larazon

De Filippo encarna el espíritu napolitano por excelencia, ya que hay pocos personajes tan vinculados a través de su obra a la hermosa ciudad costera, hoy decadente y depauperada, abandonada por los sucesivos gobiernos a las mafias y las huelgas de basura. Y acaso esta producción privada que acoge el CDN lo encarne más aún, ya que el responsable de ponerlo en pie, el escenógrafo y director ocasional Andrea D'Odorico, ha acudido a un director de escena napolitano, Francesco Saponaro, que ya conocerán quienes vieran en el Valle-Inclán «Llueve en Barcelona», o quienes indagaran en la historia de Teatri Uniti tras ver, también en el CDN, «Magic People Show», otro divertido retrato napolitano, como el texto de De Filippo, aunque más actual.

Un autor subversivo
El dramaturgo y actor –un «capo cómico», como lo define el director de este montaje–, fue un gran amante del teatro popular, de la commedia dell'arte y de la subversión. De Filippo solía reírse en sus textos de las clases burguesas y sus pequeñas hipocresías. El teatro de De Filippo es crítico en ese sentido, aunque no incómodo: sabe hacer reír sin llegar a la sangre. Es un autor comprometido pero no panfletario. En «Yo, el heredero», asegura Saponaro, «se ve un reflejo de lo que está pasando en Italia. Es una mirada casi vanguardista que De Filippo tiene en 1941 de lo que va a ocurrir sesenta o setenta años después, sobre todo con el tema de la burguesía y los falsos valores».

En «Yo, el heredero», asistimos a la llegada a un hogar napolitano de Ludovico Ribera (protagonizado por Ernesto Alterio). Ha regresado para cobrar parte de la herencia de su padre, que le había sido administrada durante años. Lo hace presentándose en la casa de su administrador, el abogado Amedeo Selciano (José Manuel Seda), y pronto pondrá su hogar patas arriba. Ludovico aspira a ocupar el puesto de su padre y lo hace con una personalidad arrolladora y brotes violentos. Es un bufón y un seductor, un personaje que bebe del Pulcinella de la comedia del arte. «Ernesto y José Manuel tienen la misma edad aproximadamente que sus personajes, tal y como los pensó De Filippo», comenta el director, que cree que «el reparto de este montaje sigue el gusto y la intención que tenía Eduardo». Junto a los personajes de Alterio y Seda, por el escenario desfila una galería neorrealista de habitantes napolitanos: la solterona Dorotea (Concha Cuetos), la divorciada Adele (Mikele Urroz), el sesentón Lorenzo (Fidel Almansa), la esposa Margherita (Yoima Valdés), la hija de la portera (Rebeca Matellán)... Y la ciudad aparece también en la recreación que firma el propio Andrea D'Odorico. «Hemos tomado la decisión de poner en escena Nápoles: las calles son las de la ciudad, se llama igual, tiene sus referencias... Pero no es un Nápoles realista sino simbólico», matiza Saponaro. La escenografía sugiere que estamos en un piso elegante de un barrio rico. «Es una estructura que simula un palazzo napolitano restaurado –explica el escenógrafo–. Como una fusión entre una vivienda de los años 40 y un palacio antiguo». De Filippo escribía en el dialecto napolitano, a menudo mezclado con el italiano. Aunque en esta ocasión, aclara Saponaro, no lo hizo en napolitano puro: «Fue una herejía dialectal», explica sobre un texto que mezclaba el argot de la zona y el lenguaje burgués.

Y si alguien quiere más «napolitanismo», que tome nota de lo que cuenta Ernesto Alterio: «Mi participación en este proyecto no es casual. Me resuena por todos los lados y es parte de mi historia: mi padre también es heredero de De Filippo y toda esa generación del neorrealismo italiano. Y, de rebote, algo me toca». Y añade: «Mis abuelos, los padres de mi padre, eran de un pueblo muy pequeño cerca de Nápoles, Carpinone».


- Dónde: Teatro María Guerrero. Madrid.
- Cuándo: desde hoy hasta el 23 de octubre.
- Cuánto: de 11 a 18 euros. Tel. 91 310 15 00.