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Flautista Alfredo

La Razón
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De Rubalcaba cabe decir exactamente lo mismo que él ha dicho de Rajoy hasta la saciedad: que fue un buen ministro, pero que es un mal candidato. Como profesor universitario exhibe dotes pedagógicas y construye un discurso inteligente, pero sólo Leire Pajín se cree que dando clases magistrales van a rugir de entusiasmo los polideportivos y que las masas correrán tras él llenas de fervor. Ni el porte, ni el empaque gestual ni su chorrito de voz son los más indicados para acaudillar multitudes. Comparado con Zapatero, Rubalcaba es una pesadilla para cualquier asesor de imagen electoral. El primero ganó dos generales consecutivas con cuatro eslóganes, mucha telegenia y ninguna biografía. El segundo pretende triunfar con todo lo contrario: silogismos, astucia de suburbio y un currículum con más misterios que una lavandería china. No es ningún doctor Bacterio, pero tampoco llega a Aristóteles. Entre otras cosas porque su discurso, su principal virtud, está trufado de paradojas y contradicciones. Por ejemplo: ha prometido dar caña a los banqueros, pero su cartel electoral rojo con letras blancas recuerda demasiado al del Banco Santander; exhibe con justo orgullo haber detenido etarras por docenas, pero al mismo tiempo bajo su mandato el brazo político de ETA ha vuelto a las instituciones; defiende con buena lógica las virtudes de las listas abiertas, pero él mismo es un ejemplo de «dedazo»; jura que mantendrá intacto el actual modelo educativo, sin cambiar una coma, pues no en vano fue uno de los padres putativos de la LOGSE, de la que toda ciencia mana; pero conviene recordar que la educación española está a la cola de Europa y es la segunda peor calificada de los países de la OCDE; en fin, promete recuperar el impuesto a las grandes fortunas cuando no hace ni tres años el Gobierno del que formó parte suprimió el de patrimonio como gesto de modernidad fiscal. El gran problema electoral que tiene Rubalcaba no es de imagen, sino de credibilidad. A su discurso de investidura como candidato sólo le faltó la coda y la coña de Groucho Marx: Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros. Y a juzgar por el silencio, no parece que los chicos del 15-M hayan encontrado en Rubalcaba al flautista carismático tras el que correr camino del paraíso. Y como no se compre un perro lo tendrá aún más difícil.