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Demasiado tarde por Marta Robles

La Razón
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Una vez cerrado el caso de Marta del Castillo, con una sentencia ridícula de veinte años para su asesino y la absolución para sus cómplices, no resulta extraño pensar que, este caso, es el paradigma a seguir por cualquier criminal. Lo primero es que los delitos los cometan los menores protegidos por una ley que tantas veces se ha demostrado absurda e ineficaz; lo segundo, que los cuerpos jamás aparezcan, para que todo sean indicios y suposiciones y jamás lleguen a probarse los hechos; y lo tercero, marear la perdiz: dejar que pase el tiempo, volver locos a los familiares de las víctimas, a la Policía, al aparato judicial, al país entero... Que haya revuelo, expectación, programas en todos los medios, columnas como esta y que se haga un ruido infernal capaz de devolver a la tierra al mismísimo demonio, pero no de despertar de su sueño mortal a la asesinada, siempre en paradero desconocido. Carcaño y compañía han jugado con nosotros. Con todos. Con los padres de Marta, con los agentes que trataron de buscarla, con los abogados y jueces y con una sociedad española que, aunque indignada, ha sido incapaz de revolverse contra las normas establecidas para exigir Justicia. Hasta Urra, ex defensor del menor, ha reclamado que se endurezcan las penas para los casos tan graves como este… Y el Partido Popular, ahora en el poder, parece estar de acuerdo. Pero, ¿se hará? ¿Y cuándo? Lo que está claro es que para Marta del Castillo, oculta en un lugar remoto para toda la eternidad, y para esos padres que no pudieron darle el último beso a su cuerpo sin vida, será, sin duda, demasiado tarde.