Barcelona

Cómo no dilapidar la fortuna de papá

Dicen que la clase se lleva por dentro, pero la realidad es que se aprecia en los detalles. Por eso hay niños que acuden al colegio en autobús y, otros que lo hacen en helicóptero. Y, mientras hay quienes matan el tiempo libre jugando a las canicas, otros se entretienen mientras prueban el último modelo de Hummer.

Luigi Berlusconi
Luigi Berlusconilarazon

Sin embargo, esta élite de privilegiados puede presumir de tener de todo a su alcance, excepto motivación por su futuro. Son hijos de empresarios con éxito, viven a la sombra del triunfo de sus progenitores y son esclavos de la fortuna y la opulencia.

Aunque la situación parece envidiable, quienes trabajan con ellos aseguran que «sufren mucho», porque, por lo general, carecen de verdaderos amigos y son jóvenes con fracaso escolar o, en los mejores casos, llegan a sacarse carreras universitarias sólo por vivir lejos del núcleo familiar. Lo que sí parece claro es que ser hijo de empresario multimillonario conforma un carácter determinado. «El padre está pendiente de la empresa, de que salga adelante y, de repente, se da cuenta de que no conoce a su hijo y él es su relevo para el negocio. Éste no se siente preparado y en casa lo tratan como a un torpe», comenta Leo Abadía Jordana, un consultor de negocios, que ha desarrollado un método de aprendizaje individual y específico destinado a este tipo de jóvenes, cuya experiencia recoge en el libro «Escuela para millonarios» (Espasa).

Opulencia
Puede que sus nombres no resulten conocidos, pero sus apellidos avalan un linaje lleno de opulencia: Yusuf Alekperov, primogénito del presidente de LuKoil, la mayor petrolera rusa; Allegra Beck, heredera de Gianni Versace; Luigi Berlusconi, hijo menor del presidente italiano, y Athina Roussel, nieta del magnate Aristóteles Onassis, son sólo algunos ejemplos de lo que significa crecer con con una cuenta llena de ceros. Sin embargo, aunque esta situación puede parecer privilegiada, resulta una fórmula peligrosa si se mezcla con elevadas dosis de aburrimiento. «Estos chicos suelen estar muy protegidos por su familia. Están cansados de que sus padres les monten circos de vez en cuando para ver si consiguen motivarlos, mientras que lo que logran es que se coloquen un caparazón alrededor para que no accedas a su intimidad», explica Abadía, quien lleva más de 20 años dedicado a preparar a personas de estas características para que resulten unos herederos modélicos. Y no es tarea fácil, porque la base es muy floja. «En una ocasión, pregunté a uno de mis alumnos: "¿Qué es lo último que has leído?"y después de un largo silencio me contestó: "Una guía de viajes, quería ver dónde ir de vacaciones en verano"». Ni qué decir tiene que cuando le volví a cuestionar qué libro había tenido entre manos antes, aseguró: "La guía para ver a dónde viajaba en Semana Santa"», explica el asesor.

En España existen casi tres millones de negocios familiares. Representan el 85 por ciento del tejido empresarial y producen casi catorce millones de empleos. Sin embargo, la falta de confianza, la escasa formación o la rebeldía son algunos de los motivos por los que se prolonga el relevo generacional de estos negocios. Los padres tienen miedo en confiar su proyecto en sus vástagos y estos recelos crean tensiones en el hogar. «En una ocasión, el progenitor de un alumno empezó a echarle en cara detalles del tipo: ‘‘¿Lo ves?, ahora ya sabes de dónde ha salido el dinero que te fundes con esos amigos que sólo saben vivir a tu costa''», explica Leo Abadía. En otras ocasiones, algunos progenitores –que se han labrado su carrera con esfuerzo y partiendo de cero– dejan al descubierto las frustraciones que sienten hacia sus retoños: «¿Tú crees que podrás hacer algo con un niño tan tonto como éste? Porque yo ya no sé qué hacer con él. Le he dado de todo y sigue siendo tonto perdido», dijo en una ocasión un padre, que inscribió a su hijo adolescente en el programa de formación individual.

Estos jóvenes suelen estar inmersos en un entorno convenido y poco gratificante: «Muchos de ellos están rodeados de moscones que fardan de ser sus amigos y les proponen negocios maravillosos que, al final, son una auténtica ruina».

Al margen de esta situación, quienes resultan unas verdaderas amistades peligrosas, al menos, para la cartera de sus padres, son aquellos que comparten extravagancias y formas de diversión no aptas para cualquier bolsillo. Entre las «pijerías» más llamativas de los ricos se encuentra la de alquilar un circuito para «hacer el burro con Porches y descargar adrenalina», o pedir al capitán del yate que prepare una paella mientras están varados frente a la costa de Barcelona. Algunos, incluso llevan sus caprichos al límite de la mala educación: «Cámbiame este profesor, por favor. Es muy bueno, pero lleva unas corbatas horrorosas», espetó un rico heredero a su tutor.

Padres ausentes

Después de formar a más de 200 alumnos, Leo Abadía se siente con autoridad para asegurar que este tipo de comportamiento no debería escandalizar a nadie. «En la mayoría de los casos, sus padres sustituyen con dinero y atenciones de otros su falta de dedicación», justifica el consultor, quien cree que estas conductas responden a la educación que reciben. «Los hijos salen bien si los padres están pendientes», asegura.

Cualquier curso de estas características que incluya una formación individual y personalizada, ronda los 18.000 euros por 100 horas lectivas. Aunque Leo Abadía se resiste a desvelar el precio de lo que imparte –insiste en que la formación «personal e intransferible» afecta a todos los aspectos de su negocio–, sí ofrece una orientación de cuánto se han dejado muchas familias para transformar a su prole en los perfectos herederos. «¿Cuánto estarías dispuesto a pagar si te ha fallado todo con tu hijo?», pregunta.

Para disgusto de los padres con menor poder adquisitivo, que también poseen hijos desmotivados que engrosan las listas de fracaso escolar, conviene aclarar que Leo Abadía no estudia ampliar el negocio con una líneas «low-cost» asequible a todos los bolsillos.


El detalle: EL NEGOCIO PARIS
Paris Hilton es uno de los ejemplos más socorridos a la hora de hablar de la actual generación de «hijos de papá». Primogénita del propietario de los hoteles Hilton, la caprichosa heredera ha querido enfocar sus negocios por otros derroteros y ya se ha aventurado en el mundo de la música y en el de la interpretación sin lograr demasiado éxito.

Sin embargo, para el consultor Leo Abadía, la actitud de esta joven no es inocente y los escándalos que la rodean están calculados. «Paris no necesita un curso de formación individual, porque tiene un personaje muy bien montado que explota de forma consciente». Y es que puede que la mayor de los Hilton haya hecho de sí misma un producto con nombre propio.