Elecciones
El futuro de Romney
La victoria por 14 puntos de Romney le allana notablemente el camino, pero todavía no lo convierte en el ganador indiscutible. Ese margen de derrota significa para Gingrich que las cosas se le ponen muy cuesta arriba, pero no lo echa fuera de la pista, en la que promete seguir hasta el final y situarse en cabeza en el verano. Siguiendo las primarias republicanas de Florida, cuarto estado en población, la norma de que el ganador se lo lleva todo, -los cincuenta delegados para la convención del partido- los que no tenían ninguna posibilidad de victoria se limitaron a participar en los dos debates y no malgastaron dinero y energía en el estado. El 13% de Sanctorum no está mal y confirma sus resultados anteriores, pero por eso mismo parece señalarle un techo, pues no supera su marca a pesar de su buen papel en los debates. Quiere seguir y lo hará mientras tenga dinero. Por el contrario, el 7% de Ron Paul indica que su suelo es más bajo de lo que parecía y que sólo con su presencia consigue subirlo por encima de 10. Su campaña es barata y probablemente podrá conseguir llegar hasta el final, que es su máxima aspiración.
El aparato del partido puede recobrar resuello con el resultado. Temen como la peste la irascibilidad y las genialidades de Gingrich. Algunas son reales, la mayoría hay que entenderlas en sentido peyorativo. Considerarían un desastre que este personaje se alzase con la candidatura. Todas la encuestas le dan como neto perdedor frente a Obama, mientras que Romney llega casi a empatar, quedándose un par de puntos por debajo, dentro de lo reversible y del margen de error de las encuestas, que suele ser un 4%, pero no deja de ser inquietante, porque esa posible inexactitud podría invertir los papeles pero también aumentar la diferencia. El éxito de Gingrich podría empujarles a la desesperada aventura de animar a algún peso pesado a lanzarse a la contienda en marcha. Tendría que ser cuanto antes y los resultados de ayer hacen que la remota posibilidad se esfume.
Pero el desasosiego se mantiene. Los más conservadores no acaban de reconocer a Romney como suyo y su mensaje sigue con poca sustancia. El masivo ataque de anuncios negativos contra su rival ha herido a éste por su destemplada respuesta, pero también ha dañado la imagen del atacante.
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