El sexo es la herida

David tiene 42 años. Tras renunciar a su carrera de arquitecto, trabaja en la dirección de una obra de la que emergerá el rascacielos más alto de Francia. Su mujer tiene un pasado de desequilibrios nerviosos, aunque ya aparentemente aplacados. Un día se topa con una mujer de la que se queda «arrebatado»... Algo le obliga a abordar a una desconocida para protagonizar fugaces encuentros sexuales... ¿Es un thriller, la historia de una obsesión, las pasiones de un hombre atrapado en su juventud o una pesadilla? El lector llega al final aunque la novela no cierre las puertas. Cuando los párrafos se acaban nos ha dejado dentro y ha continuado su marcha, como un vagón de tren que corre veloz sobre los raíles, aunque no sepa la dirección que lleva. O sí. Sus páginas tienen el tacto de tomarse en serio la materia que tratan, como si de un Albert Cohen en su «Bella del señor» se tratara. Su prosa nos sumerge en una tinta devoradora, donde el sexo es una herida sangrante personificada por una mujer efigie y un hombre nostálgico que asiste a su derrumbe evocador. Inteligente narrativa y reflexiones sobre el ser, el estar, el tiempo, la pasión y la política que nos revelan las flaquezas e ilusiones de dos amantes. Un libro que arroja cenizas en nuestro interior y que nos hace sentir frío. Como dicen las malas lenguas, si Strauss-Khan necesita pluma para su biografía, Reinhardt sería su mejor opción.