Actualidad
Irene Villa: «Debería estar muerta y estoy dando vida»
MADRID- Irene comienza la mañana desayunando fuerte, porque tiene que ir a la tienda de ortopedia. Allí le esperan dos sofisticadas piernas fabricadas en Reino Unido y que, gracias a la silicona de la que están hechas, parecen totalmente reales. Tras la visita a la consulta de la ortopedia, que dura toda la mañana, ella y su marido, Juan Pablo Lauro, quedan a comer con unos amigos en la zona centro de Madrid, buscando un sitio próximo a la Puerta del Sol, donde se celebra por la tarde la concentración «Sí a la Vida». Ella no podía faltar.
Después de comer, y mientras dirige sus pasos hacia el kilómetro cero, se paran en una zapatería, donde Irene decide comprarse por primera vez unas sandalias porque ahora tiene «los pies bonitos». Su marido le ayuda a ponerse el nuevo calzado y, después de varios intentos, una muy embarazada Irene se mira al espejo y se vuelve a mirar los pies. Sonríe, y luce orgullosa su nuevo aspecto: «Nunca me había puesto sandalias, siempre llevaba botas. Éstas son las primeras que me pongo».
Afán de superación
Da unos pasos para comprobar qué tal se maneja con ellas y agarra un bastón que lleva desde hace algunos meses: «Siempre me he caído mucho pero ahora tengo que cuidar al bebé. Ya no me caigo yo sola, así que llevo este bastón desde hace algún tiempo. Y probablemente tenga que usar silla de ruedas a partir del octavo mes, porque ya me resultará muy difícil caminar. Pero no me importa, porque es la ilusión de mi vida». Lo defiende Irene Villa, la niña que estuvo a punto de morir por culpa de una bomba de ETA colocada en el coche en que viajaban ella y su madre. En este atentado perdió las dos piernas y tres dedos de una mano y, cuando estaba en el hospital y su padre la vio, deseó que ella no sobreviviera, porque no sabía cómo podría seguir viviendo su hija. «Cuando los médicos le dijeron a mi padre cuál era mi diagnóstico, él quiso que yo estuviera en esa paz eterna donde no me lamentara jamás por no poder jugar ese partido de baloncesto que tenía que jugar. Y sin embargo, los médicos, gracias a Dios, no le hicieron caso y salvaron mi vida. El día de mi boda, mi padre entró enajenado al altar, de mi mano, mientras decía ‘‘Si por mí fuese, tú no habrías estado aquí''». Pero ella se convirtió en una luchadora que ama apasionadamente la vida, como volvió a demostrar ayer: «yo tendría que estar muerta y ahora estoy dando vida, eso es algo muy especial».
Mientras camina hacia la Puerta del Sol, donde participa en el acto de la Jornada por la Vida, la gente se para a saludarla. Muchos la felicitan por su embarazo, pero la palabra más repetida es «¡Valiente!». Cuando Miguel Ángel Tobías, presentador y organizador del acto, nombra a Irene para que suba al escenario, la concurrida Puerta del Sol vibra con los aplausos y vítores de los asistentes. Micrófono en mano, ella cuenta que, pese a haberlo pasado mal, hay que seguir luchando y afirma que «como dice una amiga, la dignidad no te la puede quitar nadie, estés como estés». Muy sonriente, Irene explica que ya saben su marido y ella que el bebé que esperan es un niño y asegura que «de dar vida, una persona jamás se va a arrepentir pero, de lo contrario, puede que se arrepienta toda su vida».
✕
Accede a tu cuenta para comentar