Emprendedores
El saber no ocupa lugar por Rosetta Forner
C ada uno nace con una personalidad y una misión en la vida. Hay personas a las que les encanta aprender; en cambio, a otras hay que animarlas mucho para que estudien. Todo lo que aprendemos nos sirve para configurarnos un plan de navegación vital: elegir profesión, desarrollar un trabajo, enfrentar obstáculos, idear soluciones, crear obras que despierten nuevos horizontes, ideas que mejoren nuestras vidas y permitan avanzar a la humanidad. Nacemos con un cerebro perfecto, una máquina que, bien alimentada y entrenada, puede aspirar a la genialidad. En España, la educación deja mucho que desear; en vez de fomentar la excelencia y la genialidad, se ha quedado estancada en la mediocridad. La capacidad de pensar y razonar en muchos parece haber emigrado a «sebastopol». ¿Ya no se lleva la Filosofía? Parece que no. Tanto mirar la «caja tonta», tanto darle a la maquinita, tanta desidia han terminado por sembrar el desencanto. La «reingeniería social» socialista ha creado un nuevo modelo de triunfador a imitar: los «incultos». «No estudies, lígate a un famosillo/a, ve a la tele a mostrar y contar tus intimidades y te forrarás», es lo que han inculcado subliminalmente a los jóvenes. Así, muchos han acabado por parecerse a Jaimito, que iba a la escuela pero no entraba. No todos los profesores son malos, no todos carecen de vocación. Sin embargo, es cierto que nuestro sistema educativo está en crisis, como tantas otras cosas, y pide a gritos una buena reforma. La excelencia empieza por quien enseña: éste debe caminar lo que habla, esto es, tener pasión por aprender y compartir sus conocimientos. El saber ni ocupa lugar ni caduca, y además nos da una mente con alas.
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