Ferias taurinas

La feria sigue hablando en valenciano

Algemesí (Valencia), octava de feria, novillos de Sánchez Arjona, muy bien presentados y de buen juego; excepto el cuarto, más complicado.Juan Ortega, de hueso y azabache, estocada entera (vuelta al ruedo); entera (oreja).Román, de rosa y oro, pinchazo, entera (oreja); dos pinchazos, entera (oreja).De las cuadrillas destacaron Raúl Martín y César Fernández. Casi lleno.

La Razón
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Tras la tregua que dio la lluvia, se reanudó el serial algemesinense con una novillada en la que se lidió ganado de un clásico en este serial, Javier Sánchez Arjona, habitual y asiduo, muchos años gran triunfador en el apartado ganadero y que en esta ocasión trajo un encierro, de su rama domecq, de notable presentación, con utreros lustrosos, cuajados y con trapío, y también de buen juego en general, embistiendo con nobleza y prontitud a pesar de que se les dio mucho y fuerte en el caballo.

Sólo el lidiado en cuarto lugar tuvo más complicaciones. Sacó menos fuerza y ya de salida echó las manos por delante, entrando luego con violencia y brusquedad, tirando tornillazos y muy a la defensiva, queriendo quitarse la muleta y echando siempre la carra arriba. Y con él Román dejó claro que quiere, y puede, ser torero. El novillero valenciano, que justo hace un año debutaba con picadores en esta misma plaza, demostró que le sobra valor y que cuajó con este novillo una faena muy firme, muy serena y muy asentada. Buscó ahormarle doblándose por bajo, pero el astado no respondió al tratamiento y no quedó otra que tragar y darse un arrimón de cuidado para sacar algo positivo. Se quedó muy quieto y se lo pasó muy cerca, sin inmutarse por los continuos gañafones que repartía su oponente, llevándose al final una muy merecida oreja que le abría la puerta grande, puesto que ya con su primero había tocado pelo.

Fue este un animal de muy distinta condición, más suave y noblón con el que se estiró a la verónica y tiró de repertorio en el quite, aunque eso le costase una voltereta. Le dio luego distancia al novillo, dejando que se arrancara de lejos y presentando siempre la muleta muy adelantada, corriendo la mano con temple y parsimonia, sin dejase enganchar y procurando ligar en un trasteo de notable factura.

Se lució Juan Ortega al torear de capa en sus dos turnos y mostró también maneras y gusto, aunque no acabó de redondear su aseada primera faena al apagarse el novillo. Con el tercero no encontró nunca las distancias, empeñándose en ponerse muy cerca, ahogando las embestidas y haciendo que el animal protestase. A los dos los tiró patas arriba de sendas estocadas de magnífica ejecución.