Iglesia Católica
La sed de Dios
Los jóvenes representan hoy un auténtico reto para la sociedad, también para la vida religiosa. Son numerosas las congregaciones que han nacido para anunciar el Evangelio de Jesucristo a los jóvenes. Viven con ellos y para ellos, en la escuela, en la universidad, en la calle, en sus lugares de diversión y en sus espacios de sufrimiento. Comparten sus esperanzas y sus búsquedas y se esfuerzan en ofrecer respuestas a sus preguntas.
Nuestros jóvenes reciben cientos de buenas noticias, diversos modelos de vida, multitud de propuestas, la mayoría más atractivas –que no mejores– que la propuesta de Jesús al joven del Evangelio. La sed de Dios y de fraternidad que los habita puede ser saciada, como la samaritana, en un encuentro personal con Jesús. Y los consagrados y consagradas pueden ofrecer ese espacio donde el joven pueda tocar y ver que merece la pena entregar la vida siguiendo a Jesús, que la sed de un mundo más humano y fraterno puede hacerse visible en el proyecto de vida de hombres y mujeres al servicio de los pobres y de quienes no tienen voz.
La vida religiosa es consciente de que los jóvenes pueden ser protagonistas de un cambio social, anunciadores de una esperanza para nuestro mundo, también para la misma vida religiosa, necesitada de una renovada juventud del Espíritu.
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