País Vasco

El equivocado

La Razón
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Días atrás, el presidente del Partido Socialista del País Vasco, Jesús Eguiguren, propuso la creación de una Constitución exclusiva para las provincias vascas, sin que ello significara distancia o independencia respecto a España y Francia. Se refería también a los considerados territorios vascos franceses, Laburdi, Zuberoa y Benavarra. En Francia, el radicalismo vasco es una realidad floja y desperdigada que carece de fuerza e importancia. En los durísimos tiempos de Giscard D´Estaign, el Presidente de la República francesa que más apoyó a la ETA y más hirió la transición política de España, aquel distante y acursilado cínico que elevó las cumbres de los Pirineos que ya no existen, según recientes palabras de Sarkozy, fui testigo de una agria conversación entre Don Juan de Borbón y el que fuera ministro del Interior francés, Michel Poniatowsky. El Conde de Barcelona le afeaba al ministro la ayuda territorial que el Gobierno de Francia dispensaba a los terroristas de la ETA. Francia, con Giscard, se convirtió en el paraíso, el refugio y el campo de entrenamiento de los asesinos etarras. En un momento dado, Don Juan le habló de la mini-ETA francesa, «Iparraterrak», a la que Poniatowsky despachó con un comentario tan esclarecedor como sorprendente. –Señor, cuando un militante de «Iparraterrak» saca los pies del tiesto, aparece ahogado en las playas de Biarritz. Pragmático cinismo.

Francia no ha reunido jamás a los presumibles territorios vascos en un solo Departamento, ni existe oficialmente el País Vasco francés. Una mayoría de los habitantes de Biarritz se considera de la Gascuña, y los vascos activos en San Juan de Luz, Hendaya, Ciboure o Urrugne han sido siempre, mayoritariamente, los españoles fugados o autoexiliados, amparados por el párroco de Sokoa, el cabrón del padre Larzábal, que en paz no descanse. Pero el separatismo, nacionalismo y terrorismo vasco en Francia es una anécdota, mientras que en España es una tragedia. Los errores cometidos por el franquismo con los vascos y la dureza de la represión posterior a la Guerra Civil sembraron un odio hacia lo español en nuestras provincias vascas que anidó también en el ánimo de muchos emigrantes socialistas. Y algunos de ellos, entre los que destaca Eguiguren, no han logrado aliviar su resentimiento. Jesús Eguiguren siempre se ha sentido más cercano a Batasuna que al PSOE, y su capacidad de comprensión y afecto hacia el entorno que ellos denominan «radical» es ilimitada. Eguiguren, y expreso un juicio de valor, sería feliz con un País Vasco independiente de España. Lo de Francia es para disimular.

Siento respeto por Rodolfo Ares, socialista vasco y actual consejero de Interior del Gobierno autónomo presidido por Pachi López. Pero su reacción ante la última barbaridad propuesta por Jesús Eguiguren me ha decepcionado por su inocencia. «Si los radicales aplauden las propuestas de Eguiguren, en algo se está equivocando». Débil o iluso. Si los «radicales», como acostumbran los socialistas a calificar a los terroristas y sus entornos, aplauden las propuestas de Eguiguren es que están plenamente de acuerdo con sus postulados. Y el acuerdo es preocupante. No es Eguiguren el equivocado. El equivocado es Rodolfo Ares, que no ha sabido interpretar la firme estructura antiespañola del presidente de su partido. Porque Jesús Eguiguren, como ha demostrado en muchas ocasiones a lo largo de los últimos años, es un «radical», no un socialista.

Y se equivoca quien así no lo considere.