Libros

Libros

Sonrojante

La Razón
La RazónLa Razón

Los holandeses han tenido la humorada de celebrar el subcampeonato conquistado por su selección. En España también existía la intención de hacer lo propio en el caso de perder la final. Festejar a los Poulidor, a los segundones, nunca ha sido norma de obligado cumplimiento. Que España celebrara la segunda plaza habría tenido cierto sentido si tenemos en cuenta que se llegaba a tal meta por vez primera. Los holandeses ya habían jugado dos y ambas habían sido derrotas. Organizar festejos por la tercera parece masoquismo. Lo extraordinario de lo sucedido en Holanda no ha sido sentirse contentos con sus jugadores. Homenajear a un grupo de rudos, rústicos y rurales, individuos que en su mayoría se comportaron de manera tan zafia, es bendecir lo más abominable que tiene el deporte. Holanda no se pareció a la que antaño era alabada. Entre la calidad del fútbol que practicaba y la agresión como mejor sistema, es ciscarse en la tradición, en la historia de un país que alumbró futbolistas de una calidad pocas veces alcanzada. Por cierto, que siempre se recuerda a Johan Cruyff y pocas se tiene en cuenta que con anterioridad existió Servas Faas Wilkes, jugador de calidad casi incomparable. En España, por ejemplo, sentó con su dribling a cuantos se le pusieron por delante. A Ladislao Kubala, por ejemplo, en Mestalla. Creo que festejar a quienes hicieron el ridículo en Johannesburgo es no tener sentido de la medida. Es sonrojante que consideren jugadores de fútbol a De Jong y Van Bommel.