Bruselas

Encrucijada española (II) por José Clemente

La Razón
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El sur de la UE, con Francia, Italia y España a la cabeza, quiere más Europa, mientras que el norte le dice que no vaya tan deprisa, que no corra tanto y cada cosa a su tiempo. Lo vimos con excelentes resultados para los países ribereños en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Bruselas el pasado 28 de junio, reunión en la que Monti y Rajoy impusieron sus criterios a los europeos del norte para que el saneamiento de nuestros Bancos no fuera directamente cargado al Estado y a un interés por debajo del 4 por ciento. Pero a renglón seguido se nos recordó también que los100.000 millones de ayuda nos obligaban a adoptar duras medidas de ajuste para controlar el déficit y rebajar la deuda, empezando por igualarnos con el IVA. Si queremos ser europeos de primera debemos actuar como los europeos de primera. Si queremos eurobonos debemos ser solventes con nuestra deuda. Y si rechazamos una UE de dos velocidades debemos cumplir con las normas de tráfico que imperan para todos.

No podemos ser adultos para recibir las ayudas y comportarnos como niños a la hora de pagarla. Por eso el presidente del Gobierno se ha visto obligado a poner en marcha el más enérgico de los tratamientos de la democracia para hacer frente a la práctica situación de quiebra. El deterioro cada vez más generalizado de la economía española, el persistente acoso de los mercados, la alarma por la escasa solvencia de nuestro sistema bancario y los apremios de la UE para que hagamos frente a los pagos acumulados, han convertido a España en un país sin apenas defensas y en exceso vulnerable a cualquier patología. La humildad no exenta de dramatismo con la que Rajoy anunció las medidas en el Congreso de los Diputados demuestra la difícil y complicada situación en la que nos encontramos y echa por tierra todos los compromisos adquiridos por el presidente cuando llegó al poder hace ahora seis meses. O esto, o la nada. El anterior Gobierno pudo frenar la sangría, pero no lo hizo, y las lamentaciones ya no sirven de nada. Por eso estamos en el altar de los sacrificios, por lo que no se hizo entonces y debemos hacer ahora de una vez por todas. Vienen tiempos difíciles a los que no podemos dar ni siquiera la espalda.