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Farmacias ejemplares: sacrifican su patrimonio para evitar que los ciudadanos se queden sin medicinas
Su labor es imprescindible, pero en poblaciones de 300 habitantes o en algunos barrios de las ciudades resulta casi imposible sobrevivir. Hacen verdaderos «malabares» para poder atender a sus vecinos
De ellos depende la salud de quienes viven más alejados de la urbe. Los farmacéuticos rurales saben que son imprescindibles en sus pueblos y no se la juegan con sus pacientes. Por eso continúan al frente de sus boticas, haciendo las veces de médicos, psicólogos y consejeros. Y todo pese a las medidas sucesivas de recorte que arrastran desde hace diez años y a las que se enfrentan con la ayuda de los propios ciudadanos. Porque sobrevivir a base de recetas en zonas con apenas 400 habitantes o en barrios donde el paro causa estrágos y cobrando en base a un margen sobre el precio del producto dispensado (y que cada día vale menos) es casi insostenible.
Lo que valía 30 euros, ahora cuesta cinco. Y a ello se suma la adquisición de fármacos específicos directamente en los hospitales, y la deuda que arrastra la Sanidad en algunas autonomías que están pagando con cuentagotas. Cinco meses (julio, agosto, septiembre, octubre y noviembre) están pendientes de pago.
El mito de los importantes ingresos de una oficina de farmacia todavía perdura en la sociedad, pero, como en todo, en este sector existen muchas diferencias y particularidades en función de la ubicación de la botica y la población a la que atiende. Algunos profesionales se enfrentan a una situación complicada, pero saben que tienen un compromiso con la sociedad, con hombres, mujeres y niños que necesitan medicamentos y agradecen el consejo farmacéutico. Son conscientes de que la crisis afecta a todos, pero de seguir así... ¿En manos de quién quedará la salud de todos sus vecinos?
Varios profesionales afectados cuentan a este semanario su día a día. La atención de 24 horas no remunerada, los años que llevan sin un día de vacaciones o cómo han puesto su casa como aval para que el banco les conceda un crédito y seguir trabajando. Lo que sea con tal de mantener a flote a todo un pueblo.
José Navarro
Tinajeros (Albacete) /300 habitantes
«Vivimos bajo el estereotipo del gran negocio que supone una farmacia, pero lo cierto es que no encajamos en él para nada. Sobrevivimos con las recetas, la mayoría de pensionistas. Y estás tú solo trabajando, por lo que no existen horarios. Por otro lado, las bajadas son para todos igual, independientemente de tus ingresos. Con la última de noviembre, por ejemplo, los medicamentos que llevan en el mercado más de 10 años han bajado un 10 por ciento sobre el PVP. Si antes un antidepresivo costaba 38 euros, ahora cuesta 10. A eso sumamos los meses que nos deben. Gracias a la lucha de la presidenta de la Junta del Colegio de Farmacéuticos de Albacete nos facilitaron un crédito en el banco, pero he tenido que poner mi casa como aval para que me lo den y así vamos cobrando, pero al 4,75 por ciento de interés, así que no ganas nada en realidad».
Mª Teresa Machín
Santa María de Huerta (Soria)/300 habitantes
«Facturamos mucho menos que hace cinco años. Y este año se va a notar mucho más. Este último decreto de bajada de precios es muy importante en la zona rural, donde vivimos de recetas y es una población envejecida que va decreciendo y no se repuebla. A veces piensas en irte, te lo planteas como una opción posible, porque la situación es muy crítica. Pero continúas porque en realidad son tus vecinos. Es tu gente.
El año pasado, como no había dinero para pagar al farmacéutico del pueblo de al lado, cerró y me la concedieron por un sistema de puntos, por lo que ahora también la atiendo yo, con sus respectivas guardias, así que tengo que desplazarme 14 kilómetros diarios. Y eso no está pagado. Si quiero irme de vacaciones tengo que contratar con dinero de mi propio bolsillo a otro titulado que me sustituya y que quiera desplazarse a la sierra y atender las dos farmacias, desplazarse esos 14 km al día y hacer sus respectivas guardias».
Tomás Abascal
Monasterio de Rodilla (Burgos)/200 habitantes
«En los últimos diez años han bajado los precios 20 veces. Si en 2001 un omeprazol costaba 30 euros, ahora 2,5 euros. Ganaría más trabajando en otra farmacia que en la mía propia.
Comencé en el año 2003 y desde entonces no he tenido vacaciones. Aunque cierro los sábados por la tarde y los domingos, si te llaman vuelves y atiendes. He llegado a trabajar con fiebre, con un esguince que me hice trabajando... Pero tienes que seguir, porque necesitan sus medicamentos y no hay nadie más para atenderles. Llegas incluso a dar atención domiciliaria, aunque no se pueda, porque si no, ¿qué hace la señora de 70 años que no tiene coche y que no puede salir de casa? Esta atención que prestamos, el Estado se la está ahorrando. Sabemos que la situación está mal, pero yo tengo que pagar autónomos, la luz, los 100 kilómetros diarios de gasolina... Es decir, reducen de un lado y de otro, pero mis gastos son los mismos o incluso crecen.
El médico viene a diario, pero, por ejemplo, hace 15 días cogió vacaciones y como no había dinero para sustituirle dos semanas, solamente vino un suplente dos días. El resto de las semanas venían a mí, porque conozco a los pacientes, les das una atención más personal. Es un trabajo social, no eres sólo un vendedor de medicamentos. Y ellos agradecen ese trato cercano y te corresponden. De hecho, muchos cuando van al centro de salud de la ciudad, esperan a comprar el medicamento cuando llegan al pueblo porque saben que ése es un dinero que gano yo y así evitan que en un futuro tenga que cerrar la farmacia.
Es cierto que en el último Real Decreto se reconoce la situación de los farmacéuticos rurales, pero no es la solución. Todavía no se sabe qué van a hacer. Habrá que esperar».
Mercedes Madaleno
El Ballestero (Albacete) /menos de 500 habitantes
«Si tienes una farmacia grande con venta libre, puedes apoyarte en eso, tienes capacidad de reacción. Pero en las rurales, no. Cuando van bajando poco a poco durante diez años, echas la vista atrás y se han cargado un 40 por ciento de tu farmacia. Pero lo más duro, más que cualquier decreto, son los retrasos. Yo era directiva de un almacén de distribución y vine a la farmacia hace dos años. En estos seis meses de retraso que venimos sufriendo, cada mes se comen el beneficio real de todo un año. Compañeros de profesión me han llamado llorando porque no tenían medicamentos para dar a sus pacientes y no podían pagar a sus proveedores. Creo que la ayuda que darán es simbólica, reconocen algo así como: "Os he hecho daño hasta la médula y os tengo que ayudar", pero no cambia nada».
Carlos Santandreu
Barrio de Canillas (Madrid)
«La mía es una de las farmacias deprimidas de Madrid. Desde 2007, cuando las estadísticas de venta eran de 360.000 euros al año y tenía dos empleados licenciados, hasta ahora ha sido una caída libre. Tuve que despedirles, y ahora estoy solo y tengo que hacerlo todo yo. Hace unos años, con el mismo volumen de recetas hacía 18.000 euros y ahora unos 7.000. Y si antes tenía un 30 por ciento de ingresos más o menos por venta libre, ya no tengo ni eso. Ni siquiera he podido coger vacaciones desde 2005.
Ésta es una farmacia familiar. Empezó con mi padre al frente en 1951 y ahora no sé si tendré que cerrar. De hecho ya he llamado a una asesoría de trasmisión de farmacia y ya tengo algunas ofertas. Pero malvender después de 60 años, es una pena. Mi hijo pequeño está terminando sus estudios y lo que querría sería pasarle a él la oficina, pero sé si podré aguantar mucho más. En cuanto a la ayuda, no quiero vivir de subsidios, sino crear yo mismo empleo, como antes hacía. Ahora no puedo dar trabajo».
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