Sevilla
El cabo del miedo: Casillas capitán o capitaneado
Sentido y sensibilidad
Puede que pulverice los mejores números de la historia de nuestro fútbol y que lo haga con un expendiente plagado de notas sobresalientes.
Iker Casillas batió el sábado otro récord de esos que gustan tanto a sus hagiógrafos: es el jugador en activo con más partidos en Primera. Según esa progresión y gracias a sus aciertos constantes, puede que pulverice los mejores números de la historia de nuestro fútbol y que lo haga con un expediente magnífico plagado de notas sobresalientes y de actuaciones magníficas en momentos decisivos. Puesto a conseguir, también ha logrado superar los instantes de zozobra vividos por la sobreexposición pública que le supuso el inicio de su romance con una bella presentadora televisiva que posee un pronunciado don de la ubicuidad. A Casillas le vimos el otro día dándose golpecitos en la cara y hablando de errores arbitrales intencionados con gesto de haber mordido un limón y las suegras de España sufrieron un respingo de dolor al ver sufrir al yerno perfecto una ausencia de memoria preocupante. Quizá el disco duro de Iker tenga poca capacidad para archivar documentos recientes como la semifinal de Copa frente al Sevilla, donde el equipo hispalense habría podido también tocarse el rostro. Quizá el disco duro de Iker haya borrado algunos pasajes históricos donde los silbatos siempre sonaban a favor. Todo eso puede haberle ocurrido a Casillas en su llamativa reacción, pero a nadie se le puede pedir que recupere la clarividencia en pleno calentón. Los seres humanos casi perfectos tienen sus fallitos. Espero que esto no moleste a Iker, absolutamente sensible a las críticas. Ésta es constructiva y no supone un obstáculo para reconocerle las virtudes que le adornan.
Cuestionarlo todo
Si lo agarra Mourinho en juveniles, habría convertido a Stoichkov en una ursulina. Qué manera de largar de los árbitros.
Ha tenido Casillas la fortuna de llegar a la treintena, que alcanzará el día 20, tras haber sido mayoritariamente dirigido por técnicos educados y deportivos: Capello, Pellegrini o, sobre todo, Del Bosque. Es tan grande la profesionalidad del capitán de la Selección, que asume como un soldado, sin hacerse preguntas, los mensajes que surgen de la caseta del entrenador. Por eso, durante la última década se ha erigido en el perfecto representante del señorío madridista o del buen rollo de esa España de los bajitos que cautiva al mundo. Extraño guardameta: tan infranqueable para los balones como poroso para los discursos. Si lo agarra Mourinho en juveniles, habría convertido a Stoichkov en una ursulina. Qué manera de largar de los árbitros. Casillas es uno de los futbolistas de la actualidad con un palmarés más lucido, pero él mismo afirma que son los árbitros y no los jugadores quienes posibilitan las victorias. Ergo, los títulos logrados por Casillas se deben, no a sus paradas, sino a haber militado en conjuntos (club y Selección) bien conectados con las altas esferas. He aquí la conclusión perversa del silogismo de los madridistas, de los barcelonistas de ayer, que proclaman la corrupción ilimitada del fútbol. ¿Un negocio putrefacto cuando ganan los otros y un deporte limpio cuando vencen los propios? Anda ya. Estupideces para niños de teta, argumentarios de baja estofa e insulto a la inteligencia de la clientela de los medios adictos a la causa. Le salió bien a Casillas el gesto de llevarse la mano a la cara, se lo debe hacer al espejo cada mañana.
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