Historia
Paris bien vale una Ibiza por Jorge Berlanga
Parece que al menos Ibiza sigue siendo la última reserva espirituosa del occidente juerguista canicular. Con su célebre libertad a precio de oro, se presume de poder hacer lo que a uno levanta en gana mientras el cuerpo aguante. Hay quien mantiene que buscándolos bien hay rincones donde se puede disfrutar de paz y tranquilidad y hasta hacer cursillos de meditación trascendental, pero da la impresión de que a quien no acude ahí a desmadrarse, más le vale quedarse en casa abanicándose las meninges.La isla del fin del mundo, Sodoma y Gomorra concentradas en la dimensión de un flyer. No es de extrañar que un personaje como Paris Hilton se encuentre allí en su salsa, convertida en reina del cotarro mientras hace publicidad de la súper marcha del lugar, el descoloque general ajeno al quebranto, un jolgorio preapocalíptico que invita a descoyuntarse el esqueleto antes del diluvio amenazante del otoño. ¡Que le hablen a la Hilton de leyes de Reforma Laboral! Como cigarra platino cuya única preocupación para el mañana consiste en qué fiesta cae, el mundo de las hormiguitas sólo interesa para pisarlas con tacón de aguja. La rica heredera puede presumir de no haber dado nunca un palo al agua (bueno, algún golpe de pecho a las olas puede que dé), pero más que dilapidar alegremente su fortuna, ha sabido convertir su controvertida figura en boyante empresa y fuente de beneficios. Vender un golferío de alta sociedad a braga quitada que pone al personal y pasarse por las ingles las normas pagando de un plumazo las multas sin dejar de morrearse con su perrito. Ni el paso por presidio ha logrado reformarla, lo que la convierte en una especie de sacerdotisa impúdica de bacanal con un buen número de fieles seguidores.Y luego dicen que el dinero no da la felicidad. Ahí tenemos a la incorregible Paris, luciérnaga encendida de una belleza en apariencia insípida, con una vocecita de muñeca boba, de quien hay que pensar que es mucho más lista de lo que parece. Considerando la disipación como una de las bellas artes y la frivolidad como un brillante negocio. Puede poner a Ibiza a sus pies a hacerle las uñas. Merendándose cuerpos hermosos como una caprichosa mantis nada religiosa. A fin de cuentas puede que la vida de cabecita loca sea una opción de sabiduría, para dos días que quedan en que poder divertirse. Los baños concupiscentes de la Hilton son el revés de la moneda de los de la Obregón, en lo que suponen de rentabilidad despendolada.
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