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OPINIÓN: Veranear para vivir

Antonio LÓPEZ es doctor en Sociología y Catedrático de Trabajo Social de la UNED

La Razón
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¿Vivimos para trabajar? ¿Trabajamos para vivir? Muchos trabajan para las vacaciones, y viven para ellas. En sociedades como la nuestra, en la que las nuevas catedrales son los centros comerciales, las vacaciones lo más lejos posible se han convertido en una necesidad vital. Aunque uno esté parado, necesita salir y poder contarlo. Y si no puede, experimenta una gran frustración. Viajar es una de las experiencias básicas de la vida. Pero ahora, como actividad de consumo, uno afronta los viajes con mentalidad profesional: hay que aprovechar el tiempo, llegar a todos los sitios, hacer miles de fotos y poder contarlo. De ahí que la planificación del viaje sea estresante, y más aún su realización. Al convertirse en una experiencia de consumo (y no una experiencia intelectual o de libertad), la afrontamos como un negocio y por eso, en muchos casos, sufrimos estrés prevacacional. Atrapados en la mentalidad del consumo, no podemos evitar identificarnos mediante el viaje agotador, exclusivo y diferente. Por eso es tan importante viajar: es una liberación, esforzada, sí, pero liberación, respecto a nuestro modo de vida, y por ello, renunciamos a otras cosas antes que al viaje. Trabajamos para veranear, y es el viaje lo que a veces da sentido a la vida laboral. Lo que ocurre es que el descanso lo afrontamos con la mentalidad de la vida cotidiana: profesionalmente. Calculamos el coste, el beneficio y queremos obtener el máximo rendimiento. Y así, veranear se convierte en un arduo trabajo. Paradojas de la sociedad de consumo del siglo XXI.