Sevilla
A la segunda va la vencida
Temporada de La Maestranza«Las bodas de Fígaro», de Mozart. Solistas: P. A. Edelmann, Y. Auyanet, O. Peretyatko, R. Tagliavini, J. Kurucová, A. Tobella, C. Chausson, M. de Diego, J. M. Montero, A. Amores, G. Tosi. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro del Teatro de la Maestranza. Dir. Musical: P. Halffter. Dir. Escena: J. L. Castro. Teatro de la Maestranza. Sevilla, 29-IX-2011.
Sevilla tuvo que ser, con su Torre dorada en el decorado, testigo del nuevo amor del mundo lírico andaluz con José Luis Castro. El tiempo mata todo, hasta las venganzas. Así lo comprobó el público que abarrotaba el teatro cuando fue Pedro Halffter, en vez de Susana o la Condesa, quien sacó a saludar al responsable escénico y quien pusiese en marcha la Maestranza. Castro estaba feliz de poder volver a la que nunca debió dejar de ser parte de su casa, y quien le echó y vetó tuvo la decencia o vergüenza de no acudir al reencuentro. Página pasada. La producción me produjo aburrimiento en su estreno de 1999, lo que ahora no ha sucedido. El problema entonces fue la errática dirección de Alain Lombard, quien podía haber hecho suyas las palabras de Cherubino, «No sé ya quién soy, ni qué hago. Tan pronto soy de hielo, como de fuego». Pedro Halffter, que sólo ha dirigido previamente los mozartianos «Don Giovanni» y «La oca del Cairo», supera la prueba con notable. Con muy buen criterio ha puesto a la orquesta a tocar Mozart en los dos conciertos anteriores y ello se percibe en las articulaciones. A pesar de que la acústica no ayude a este repertorio, la orquesta sonó empastada, ligera y hasta con cierto refinamiento. Tuvo además la virtud de evitar experimentos personales. Ya habrá tiempo cuando la partitura esté más rodada.
Voces muy homogéneas
Contó, como en su aún reciente «Don Carlo», con un reparto joven que funcionó muy bien escénicamente y con bastante homogeneidad en lo vocal. Hasta quizá demasiada, puesto que podían llegar a confundirse Susana y Condesa, hecho muy evidente en el «Canzonetta sull'aria». Yolanda Auyanet es más voz para la primera que para la segunda, pero cantó con clase, mientras que a Olga Peretyatko le faltó algo de sonoridad, lo mismo que al Fígaro de Roberto Tagliavini. Con futuro en el papel de Conde el hoy barítono muy lírico Paul Armin Edelmann, sobresaliente el Cherubino de Jana Kurucová y a buen nivel los secundarios, encabezados por el siempre deslumbrante Carlos Chausson.
Castro se mantuvo fiel a la idea inicial, con muy pocos pero acertados cambios en los movimientos de ocultaciones y encuentros. Dirección teatral apoyada en el precioso vestuario, los inspirados decorados, muy sevillanos, y una sugerente iluminación fiel a las 24 horas de la acción. La coreografía de Cristina Hoyos para la breve danza nos permitió ver sevillanas, aunque esta vez no escuchamos castañuelas, en donde una vez a Mozart, en su estreno, le suprimieron música y escena. El público disfrutó de lo lindo y ahora espera la recuperación de «El barbero de Sevilla». En crisis, nada mejor que las buenas reposiciones.
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