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Sindicalismo de trinchera

La Razón
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No iba desencaminada la confidencia del presidente Rajoy a su homólogo finlandés de que la respuesta sindicalista a la reforma laboral sería la consabida huelga general. Es lo que se deduce de los juicios vertidos ayer por los líderes de UGT y de CC OO, que han amenazado con una movilización «permanente y en ascenso» si el Gobierno no cambia sustancialmente su propuesta durante la tramitación parlamentaria. De entrada, han convocado para el próximo domingo, día 19, una primera manifestación, se supone que para tomar la temperatura de la calle antes de lanzarse a mayores y como forma de aglutinar a una izquierda dividida, desnortada y falta de pulso político. Reducida a la nada su capacidad de presión parlamentaria debido a la mayoría absoluta del PP, tanto el PSOE como los grupúsculos asilvestrados que le escoltan han visto en la reforma laboral la excusa perfecta para ganar en las calles mediante la agitación lo que no pueden obtener en el Congreso con el debate. En suma, una perversión del juego político encabezada por dos sindicatos que en los últimos años han sido incapaces de aportar una sola iniciativa para taponar la sangría del desempleo. Mientras UGT y CC OO nutrían sus arcas con multimillonarias subvenciones y ayudas procedentes del dinero del contribuyente, el paro pasaba de dos a cinco millones de trabajadores. De ahí que los argumentos esgrimidos ayer contra la reforma de Rajoy resulten peregrinos e incluso sarcásticos, como decir que acelerará la destrucción de empleo o que supone el «desmantelamiento del derecho al trabajo». ¿A qué derecho al trabajo se refieren Méndez y Toxo, al del 49% de los jóvenes que está en paro o al de los trabajadores que engrosan la tasa de desempleo más alta de Europa? Deberían mostrar un poco más de respeto por el sufrimiento de los desempleados y evaluar honestamente si con las medidas del Gobierno podrán incorporarse al mercado de trabajo, sobre todo las nuevas generaciones. Tampoco Rubalcaba ha demostrado tener mejores razones que los sindicalistas. Despachar la reforma como «un todo a veinte» es una frivolidad y tachar el contrato indefinido para jóvenes de pantalla para el despido libre es hiriente para los cientos de miles que todavía no han logrado su primer empleo. Que diga, en fin, que el nuevo marco laboral creará más paro causa hilaridad si se tiene en cuenta que tras la última reforma del Gobierno socialista, obra de Valeriano Gómez, el desempleo creció en medio millón de personas. Alguien que ha fracasado estrepitosamente con sus recetas debería mostrarse más constructivo con las que propone el nuevo Gobierno y alejarse prudentemente del populismo con el que los sindicalistas intentan hacerse perdonar siete años de complicidad con una política ruinosa para el trabajador.