Valencia
Otra forma de gobernar
Los resultados electorales del 22 de mayo, abrumadoramente favorables al PP, no fueron un espejismo ni un castigo pasajero a los gobiernos del PSOE por su mala gestión en todos los frentes. Reflejaban, antes que nada, el deseo inequívoco de cambio que albergan los ciudadanos, deseo que no se colmará plenamente en tanto no se cambie el Gobierno de la nación. Según la encuesta a gran escala que hoy publica nuestro periódico, las expectativas electorales del PP no sólo no se mantienen intactas en aquellas comunidades autónomas donde ya cosecharon un gran éxito en mayo, sino que además se acrecientan y mejoran. Así, con respecto a las generales de 2008, gana cinco escaños en Cataluña; tres, en Aragón, Castilla y León, Galicia y País Vasco; dos, en Madrid; uno en Baleares, otro en Valencia y otro en Castilla-La Mancha.
Estos resultados vendrían a respaldar la gestión de los populares, pero sobre todo a aprobar las políticas de austeridad y recortes puestas en marcha, especialmente en las comunidades madrileña, gallega, castellano-manchega y balear. Lejos de prestar oídos a la demagogia del candidato Rubalcaba, que ha pretendido infundir el miedo a una supuesta «motosierra» del PP que arrasaría el Estado del Bienestar, los ciudadanos parecen distinguir claramente entre el ahorro y la poda arbitraria de servicios básicos. El secreto no es otro que gobernar y gestionar de forma muy distinta a como lo han hecho los socialistas durante estos años, con realismo, sin improvisaciones, con la verdad por delante, sin populismos electorales, sin sectarismos... Y con mucho rigor y competencia profesional. Mariano Rajoy lo expresó ayer en Málaga con mucha claridad, en la clausura de la convención nacional del PP: «Me comprometo a ser previsible y transmitir certidumbres, a ofrecer soluciones y no improvisaciones, a trabajar por la concordia entre los españoles».
Resulta sorprendente que, después de treinta años de democracia, compromisos tan elementales como éstos cobren un gran valor electoral y sean capaces de conmover al ciudadano. Será porque durante estos últimos ocho años el Gobierno socialista ha hurgado frívolamente en la división entre los españoles, ha alimentado el amiguismo con dinero público y ha convertido la política económica en un carrusel de sobresaltos. Como dijo ayer Rajoy, «tienen motivos para ocultarlo y para avergonzarse». Frente a ello, el presidente del PP formalizó una especie de contrato con los ciudadanos para gobernar de manera muy distinta, empezando por no ser partidista y terminando por colocar la palabra «concordia» como la primera de su diccionario político. Aunque no lo dijera explícitamente, Rajoy ha propuesto a los españoles recuperar el espíritu de la Transición, encarnado por Adolfo Suárez, y reivindicar sus valores de diálogo, cooperación y lealtad constitucional. Del mismo modo que España salió de aquel trance fortalecida y más madura, puede reeditar el éxito si sus gobernantes abandonan la política de trinchera y bandería, tal como propone Rajoy. Se trata, en suma, de recobrar la confianza en nuestras posibilidades como nación.
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