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Una institución prestigiada por Iñaki Ezkerra

La Razón
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En contraste con el deterioro que han sufrido en los últimos años algunas instituciones democráticas (no se puede ignorar el de la propia clase política), la Institución Militar se ha ido prestigiando cada vez más. Paradójicamente, ese prestigio se debe a la manera disciplinada y leal con la que ha sabido responder a dicho deterioro. Recibir como ministra de Defensa a una señora que iba de pacifista por la vida y que decía que «todos somos Rubianes» –o sea aquel famoso actor que proclamó, con una exquisita delicadeza poética, que la unidad nacional «le sudaba la polla» y que quienes la defendían «se metieran a España por el puto culo»– fue, sin duda, un buen sapo que se tragaron, con una ejemplar y admirable disciplina, quienes han hecho una profesión de la disposición al más alto sacrificio, el de la vida, por la causa de España.
Como fue otro sapo ir a jugarse esa misma vida en una guerra a la que no le quería llamar «guerra» un Gobierno que quitó las alusiones a la muerte heroica en el propio soneto que se reza en los funerales militares dedicados a los que han caído, precisa y exactamente, por la Patria, sólo por la Patria y no por otra cosa.

Todos esos sapos y otros se han ido tragando en estos pasados años los hombres que celebraban ayer la primera Pascua Militar después del 20-N y que ahora se enfrentan, con la disciplina y la lealtad de siempre, a los inevitables recortes presupuestarios impuestos por la crisis. A ellos se refirió el Rey en su discurso y también el ministro Pedro Morenés, que tiene por delante una tarea que no cuesta dinero: devolverle las palabras a esa Institución probadamente democrática que no necesita de eufemismos vergonzantes.