Libros
«Se aprende a base de meter la pata»
ENTREVISTA / JAVIER GONZÁLEZ FERRARI Y CARLOS HERRERA CONVERSAN EN ONDA CERO
El presidente de Onda Cero, Javier González Ferrari, y el principal comunicador de la cadena, Carlos Herrera, comparten amistad y el objetivo de hacer de Onda Cero la primera radio privada. Los años han creado una relación tan respetuosa en lo profesional como afectuosa en lo personal y una conversación entre ellos se traduce en intercambio de halagos y falsas invectivas, entre los que «rata azmizclera» y «folclórica», son moneda corriente. Pero González Ferrari no tiene dudas: «Herrera es el mejor haciendo radio. Tiene el sentido del ritmo de la radio y sabe realizar. Y cuida muchísimo todos los sonidos, porque la radio, incluso la radio convencional, tiene una elaboración y una realización que no siempre se lleva a cabo.
Digamos que es heredero de esa radio de los Deglané, de los Soler Serrano... pero el antecedente más claro sería Joaquín Prat. Lo importante en la radio es que seas igual cuando estás en el micrófono que cuando estás fuera».
–¿Desde cuándo trabajan juntos?
Carlos Herrera. – Nosotros éramos compañeros en la Ser, en los años ochenta, y después en la Cope. Luego yo me fui. Cuando fue director de Radio Nacional, me contrató, pagándome muy poco, por cierto. Explotándome.
J. González Ferrari. –Era el que más cobraba de todo el ente público.
C.H. – Es mentira.
J.G.F. – Bueno, de todo el ente público no. Pero de la radio sí.
C.H.– No, otros cobraban más.
J.G.F. – Pero porque era un contrato de televisión y...
C.H.– Ah bueno... a mí no me preguntes por qué...
J.G.F. – Herrera tiene una ventaja: que es muy vengativo y rencoroso.
C.H.– Una vez tuve que hacérselo saber en mi caseta de la Feria de Sevilla, señalarle con el dedo y decirle: «Me estás robando»
–¿Qué es Herrera para la cadena Onda Cero?
J.G.F. –Es posiblemente uno de los más grandes activos, el señor Herrera, que tiene el Grupo Antena3.
C.H. –Me voy a ruborizar.....
J.G.F. –Tú no te has ruborizado en toda tu vida.
C.H. –Eso sí, tú le tienes que devolver a la empresa lo mismo en esfuerzo. Y en eso yo he llegado hasta enfermar por darlo todo por la casa. Para mayor gloria y beneficio de mis empresarios...
J.G.F. – Es que los empresarios normalmente tienen empresas para ganar dinero, que es una cosa muy natural. Y la obligación de este señor, y la mía como gestor de la casa, es que se cumplan las expectativas de los accionistas
C.H.– Si todo eso se correspondiese con algunos gestos de afecto... pequeños gestos, porque yo tengo emotividad de modistilla...
J.G.F. –Todos los años voy a rendirle pleitesía. Y hay una cita obligadísima, en julio, en Sanlúcar de Barrameda, donde no hace calor....
C.H.– Pero les invito a comer. Preparo unos aperitivos... doy lo mejor de mí mismo...
J.G.F. –Lo que nos da es lo mejor del mar, como los langostinos. Los pela con una sola mano, una habilidad que la gente desconoce.
C.H.– Como hacía Millán Astray...
–¿Es « Herrera en la Onda» ejemplo de no lo que no debe cambiar para que funcione?
J.G.F. – Sin la menor duda.
C.H.– Uno puede derribar un edificio y construir otro en su lugar, pero en situaciones terminales. Normalmente los edificios se renuevan, se remozan, se pintan, se les cambia la decoración. Pero el edificio sigue siendo el mismo y algunos llevan así doscientos años. Yo no aspiro a tanto, pero en diez años, yo el edificio no lo he cambiado. Lo he adecuado a las necesidades del tiempo. Construir otro puede que no salga igual de bien o sencillamente no le guste a nadie. Riesgos, los justos.
–¿Por qué cambia uno de cadena?
C.H.– Porque se acaban los contratos, porque ha entrado una nueva propiedad y consideran que no eres la persona adecuada en la cadena. Porque legítimamente tus empleadores pueden pensar que tienen que cambiar y legítimamente tu también puedes pensar que es momento de cambiar
–Se dice que Herrera termina por cansarse... y ya son diez años.
C.H.–La verdad es que yo en esta casa estoy muy a gusto. Puedo hacer el trabajo en condiciones muy razonables de libertad y criterio y con los medios que razonablemente necesito.
J.G.F. –No se cansa. Es mentira que no sea trabajador. Es una gran trabajador y me consta. Y sé que está muy pendiente del programa todo el día.
C.H.– Pero sepa que a mí me quedan dos años de contrato
J.G.F. – De momento.
C.H.– No, de momento no lo sé. No sabemos que pasará dentro de dos años
J.G.F.– Pues que negociaremos. Como siempre
C.H.– Es que podréis cambiar de criterio. Os podrá interesar otro proyecto. Yo ya estaré mayor...
J.G.F. – No, tú eres como Dorian Grey. Como el retrato soy yo, que se va descomponiendo, mientras que Dorian sigue joven
–¿Cómo se mantienen esa mezcla de frescura y responsabilidad
C.H.–Teniendo conciencia del efecto multiplicador de un micrófono. El que le pierde respeto al micrófono está perdido. Hay que tener muchísimo cuidado para no herir, aunque sea involuntariamente, sensibilidades de forma gratuita. Requiere sentido común, y haber metido la pata muchas veces, claro, porque como se aprende es metiéndola.
–¿Algún caso que no olvida?
C.H.– Yo hacía un programa de coplas, y empleaba un lenguaje mezcla de divertido, irónico y cariñoso. Y muchas veces decía «¡inyéctese usted una copla en vena!». Bueno, pues me encontré a una señora en el horno de San Buenaventura de Sevilla –no lo olvidaré nunca– . Iba vestida de negro y me dijo: «Señor Herrera, le voy a pedir un favor. No utilice más ese lenguaje». Y yo le dije que, por favor, señora, es una forma irónica de acercarme. «Ni irónica ni nada. Tengo dos hijos muertos por la droga y un tercero en la cárcel, y cada vez que le oigo a usted hablar así, literalmente me vengo abajo». «Señora –contesté–, le doy mi palabra de que no lo volveré a decir nunca más». No lo he vuelto a hacer.
✕
Accede a tu cuenta para comentar