Valencia
Castigar para disuadir por Marta Robles
Parecía que, tras el siniestro del Madrid Arena, las macrofiestas se iban a acabar, pero ya se vuelve a celebrar una en Valencia y, hasta donde yo entiendo, por mucho que se cierren algunos recintos sospechosos, lo cual me parece necesario y responsable por parte del Ayuntamiento madrileño, también en Madrid, como en todas las capitales del mundo, volverán a tener lugar. Es lógico. Tragedias ha habido en todas partes: en conciertos, partidos de fútbol, macrofiestas, o en cualquier otro acontecimiento donde se reúnan multitudes. El problema no está en los propios eventos y ni siquiera en los recintos, por mucho que algunos no estén tan perfectamente acondicionados como debieran y supongan algún riesgo en el caso de desalojo –no hay que olvidar que la mayor parte se celebra en ámbitos deportivos donde las desocupaciones de masas están previstas en las gradas, pero no en la hierba–, sino en la seguridad que proporciona el orden estipulado por los encargados de la seguridad y en la necesidad de respetar los aforos. Y parece que es ahí donde flojeamos. A la falta de profesionalidad de los «puertas», que no se acaba de conseguir pese a que ya se cuenten varias desgracias por su causa, se suma esa enorme desfachatez de quienes, carentes de escrúpulos, duplican y triplican las entradas y las reparten entre los jóvenes para asegurarse el beneficio de la noche. Si no se venden todas no pasa nada, pero si no, los locales se desbordan de público y son inmanejables. ¿Qué hacer contra esta ya contrastada práctica habitual? Pues, sin duda, castigarla duramente, para que sirva como elemento disuasorio para desalmados, demasiado acostumbrados a gozar de total impunidad.
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