La Habana
Otro día de la madre
Repito lo que nos dijo, en su día, a sus diez hijos, nuestra madre. «Soy vuestra madre menos el Día de la Madre». El Día de la Madre se lo trajo de los almacenes «El Encanto» de La Habana Pepín Fernández, fundador de «Galerías Preciados», y su idea la desarrolló con enorme éxito su principal competidor, Ramón Areces, desde «El Corte Inglés». Hoy es una costumbre establecida y celebrada, y podría darse que en el futuro fuera declarada Fiesta Nacional. Ignoro la fecha actual de celebración del Día de la Madre, pero propongo que el 19 de septiembre se designe, a partir del presente año, «El Otro Día de la Madre», en homenaje a la de Rafael Díez Usabiaga.
Escribo con antelación a la comparecencia ante el juez del mencionado dirigente proetarra. Disfrutaba de unas maternales, o filiales, vacaciones en libertad gracias a la bondad infinita del juez Baltasar Garzón, que lo puso en la calle para que atendiera a su madre, que a decir verdad, ya estaba atendidísima. Pero ha sido condenado a otros diez años de prisión y, por lógica, su destino inmediato es la cárcel. Se me desgarra el corazón y ahoga el ánimo.
La verdad es que Usabiaga no le ha hecho excesivo caso a su madre, coartada de su libertad, desde que abandonó la prisión de la mano de don Baltasar. Vive al cuidado de dos hijas, y pasea todas las mañanas y tardes por las calles de su localidad. El propio Usabiaga ha reconocido que no visitaba en demasía a su hacedora porque estaba en otras cosas, nada recomendables para los hijos. Usabiaga, como Otegui, y previamente De Juana Chaos, Urruticoechea o «Ternera» y demás delincuentes comunes de probada afición terrorista, recibió un trato amable y político por parte de determinados jueces y magistrados proclives a obedecer las órdenes del Gobierno de Zapatero. Eso, «el ambiente propicio para alcanzar la paz», que dicen los idiotas, cuando el único ambiente propicio para alcanzar la paz es el que podrá disfrutarse cuando la ETA sea definitivamente derrotada. Y aquí sale la santa figura de la madre, que no tiene culpa de nada, aunque sí una elevada responsabilidad en la educación y formación de su hijo, que le ha salido rana total. Se suponía que, aprovechando su puesta en libertad, Usabiaga atendería con más cuidado y asiduidad a su madre, pero éste no se ha portado como un hijo modélico. Se ha reunido más veces con la ETA que con la madre, y la pobre mujer lo ha tenido que pasar fatal. Para la atención que precisa la madre, que ingrese Usabiaga en prisión o permanezca en libertad carece de importancia porque el caso que le hará será el mismo, es decir, ninguno. El daño es más moral que práctico. La sociedad vasca se fortalece desde el matriarcado, y un vasco que no se preocupe de su madre merece ser expulsado inmediatamente del espacio de influencia de Sabino Arana, el inventor de la farsa. Me satisface saber que el ingreso en prisión de Usabiaga no le va a afectar en absoluto a su madre. Me satisface y me consuela. Y propongo a las firmas de grandes superficies del País Vasco la creación del «Otro Día de la Madre», con la sola finalidad de que los proetarras, batasunos, bateragunos, las feas, los sortus y los bildus puedan celebrar algo cercano a la sensibilidad humana y familiar. Pero con el niño en la cárcel, que es su sitio.
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