Reino Unido
Alzhéimer: anticiparse diez años a la enfermedad consigue frenar su progresión
Ya existen herramientas como el PET o la resonancia magnética, que permiten adelantarse hasta diez años, como afirma la revista «Neurology». Desde la Organización Internacional del Alzhéimer sostienen que, pese a no existir métodos de curación definitiva, hay formas de ralentizarla, como la terapia cognitiva o algunos fármacos, que proporcionan mayor calidad de vida
En silencio y despacio, sin que nadie se dé cuenta, se apodera de los recuerdos, los borra y los lleva al mundo del olvido. Así es el alzhéimer, una enfermedad neurodegerativa que acaba con la vida de quienes la padecen y mina el ánimo de quienes los cuidan. En España son casi tres millones y medio de personas, en concreto casi un millón de enfermos. Las familias ven cómo esta patología irrumpe en sus vidas sin posibilidad de marcha a atrás. Hoy por hoy, no existe curación y a lo más que aspira la Medicina es a proporcionar la mejor calidad de vida a estos enfermos, casi desahuciados desde el mismo momento del diagnóstico.
Pese a ello, la comunidad científica no tira la toalla, ni mucho menos; avanza, poco a poco, en conocer más en profundidad qué origina que las placas de beta amiloide dejen de funcionar y vayan aislando las neuronas del cerebro poco a poco, lo que dificulta su comunicación. En este campo, se ha trabajado en la búsqueda de biomarcadores, como el APOE, de origen genético, también el Aß42, TAU, CSF Aß1-42 o el P-Tau1811P. Aquí desempeña un papel fundamental el diagnóstico precoz, clave para intentar frenar la progresión de la enfermedad antes de que el paciente pierda toda funcionalidad.
¿Cómo llegar a tiempo?
Gracias a las técnicas de imagen, hoy ya se pueden observar los cambios del cerebro antes de que fallezca la persona. «La relación entre los depósitos de beta-amiloide y los cambios en el cerebro son la prueba de que algunas personas pueden estar en las primeras etapas de la enfermedad», explica el autor del estudio publicado en «Neurology», Kejal Kantarci, profesor de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota (EE UU).
En este sentido, Jonathan M. Scott, del Centro de Investigación de Demencias del University College de Londres (Reino Unido) añade que «si se pueden identificar a las personas con riesgo de sufrir alzhéimer cuando haya empezado el proceso pero sin haber desarrollado los síntomas, se crearán tratamientos para prevenir o retrasar el inicio de la pérdida de memoria».
¿Qué se hace con un paciente que sabe diez años antes de los primeros síntomas que desarrollará alzhéimer? Complicado explicar a una persona que dejará de recordar en poco tiempo, y decirle que aún no hay remedio médico. Desde la Organización Internacional del Alzhéimer (ADI, por sus siglas en inglés) existe una justificación, tal como recogen en un informe presentado esta semana, «Beneficios de un diagnóstico e Intervención temprana», con motivo del Día Mundial. En éste se concluye que tomar medidas en los estadios precoces de la enfermedad degenerativa eleva su eficacia en los momentos iniciales, además de existir un argumento ecónomico a su favor.
Razones
La comisión de investigadores de ADI, dirigida por el profesor Martin Price, del Instituto de Psiquiatría del King's Collage de Londres, explica que «una vez que hayan tenido tiempo para asimilar la información, pueden comenzar a planificar el futuro y tomar decisiones importantes a largo plazo, mientras todavía tienen la capacidad para hacerlo». Además, como subraya Javier Olazarán, neurólogo de la Fundación CIEN, «el beneficio es cognitivo (memoria, lenguaje, capacidades atencionales) y funcional (desempeño de las actividades de la vida diaria). En algunos pacientes puede observarse también una mejoría en otros síntomas (aumento de la iniciativa, reducción de las alucinaciones)».
Sin embargo, como afirma Pilar Latorre, de la Unidad de Enfermedades Neurodegenerativas del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, aún son pocos los casos que se detectan en esta fase. «Hubo un avance importante cuando Ronald Petersen, de la Clínica Mayo, acuñó el término deterioro cognitivo leve, aún no es una demencia, pero tampoco un cuadro de olvidos banales. Es un periodo de transición hacia la demencia, tipo alzhéimer; hasta un 12 por ciento anual de pacientes diagnosticados de deterioro cognitivo leve, según criterios formales aceptados por la comunidad científica, sufren la conversión a demencia. Por eso es importante identificarlos y realizar un seguimiento».
Detectado a tiempo, el paciente puede ser tratado con fármacos. «Existen dos clases de fármacos aprobados: los inhibidores de la colinesterasa (ICE) (donepecilo, rivastigmina y galantamina) y un fármaco modulador del receptor NMDA del glutamato (la memantina). Los ICE han demostrado su eficacia a partir de la demencia ligera, mientras que la memantina ha demostrado su eficacia a partir de la demencia moderada».
Además, existen una serie de «no farmacológicas» (psicológica e intervenciones psicosociales) que han demostrado ser eficaces para gente con demencia y sus cuidadores. Proporcionar mayor calidad de vida no sólo repercute en los afectados, sino en el sistema sanitario en el que se enmarca, dado que «mejorar el estado de las personas con esta demencia y de sus cuidadores reduce los niveles de depresión, el internamiento de los enfermos en residencias, y al final disminuye el coste económico –hasta unos 7.300 euros por pacientes según el estudio ADI–», puntualiza Sube Banerjee, del Kings Collegue de Londres.
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