Francia
El BCE decepciona
La respuesta de los mercados a la esperada intervención de Mario Draghi tras el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) recogió la enorme decepción e insatisfacción que produjo su posición. Draghi rechazó que la entidad monetaria compre deuda, añadió que deben ser los estados quienes soliciten la ayuda del fondo de rescate para la adquisición de bonos soberanos y exigió nuevas reformas y ajustes. Las consecuencias fueron inmediatas y las respuestas de los inversores, inequívocas en casi todas las plazas europeas. La rentabilidad de la deuda española pasó del 6,6% a superar el 7% al cierre, lo que disparó la prima de riesgo 58 puntos básicos hasta cerrar en 594. La Bolsa española bajó el 5,16%, la segunda mayor caída del año. Este comportamiento parecía inevitable por las frustradas expectativas generadas por el propio presidente del BCE, que hace una semana prometió hacer todo lo que estuviera dentro de su mandato para respaldar a la moneda única y que ayer optó por la inacción, o lo que es peor, por volver varios pasos atrás en su compromiso con la zona euro y las economías periféricas. El hecho de que se condicionara la compra de deuda soberana a que los países soliciten la ayuda configuraría un escenario de práctico rescate. Y Draghi se encargó de remarcarlo cuando recordó que la intervención en el mercado de deuda llevaría aparejada una «estricta condicionalidad», con la supervisión de las cuentas del Estado en cuestión. De paso, Draghi selló también la opción de la propuesta de Italia y Francia de conceder una licencia bancaria al fondo de rescate para que pueda financiarse del BCE e intervenir en los mercados. El diagnóstico y las decisiones de Draghi alimentaron la incertidumbre y la inestabilidad. Parece obvio que el BCE se ha plegado a los designios de Alemania, que se ha opuesto a nuevas compras de deuda por parte del órgano monetario europeo. Su enrocamiento en posiciones tan inflexibles supone un riesgo elevado para la moneda única y para la estabilidad de la eurozona, que son las funciones principales del BCE. La pasividad asegura tiempos de máxima tensión y turbulencias, en los que ninguna economía estará libre del contagio, y es un horizonte sobre el que reflexionar. Mariano Rajoy, que buscó ayer con Monti reforzar su alianza europea, consideró «positivo» que el BCE haya avanzado que adoptará medidas no convencionales en las próximas semanas para preservar el euro, e incidió, junto con Italia, en la necesidad de que la UE ponga en marcha cuanto antes las conclusiones del último Consejo Europeo. En efecto, Draghi no cerró las puertas a una intervención y su apuesta por la moneda única fue contundente, pero se necesitaba mucho más. Europa posee un instrumento poderoso en el BCE que no puede infrautilizar. Debe ser parte de la solución y no un freno por el sometimiento a los intereses de Alemania.
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