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Desmitificando a Goebbels

Narcisista, manipulador... Una biografía disecciona la personalidad del ministro de Propaganda nazi«Goebbels. la biografía»Peter LongerichRBA Libros. 1.000 páginas, 35 euros.

Desmitificando a Goebbels
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Goebbels fue «el más venenoso y mendaz de todos los nazis» ha escrito V. Klemperer. Aunque no sé hasta qué punto puede graduarse la maldad del nazismo, porque el rechazo es absoluto, debo comenzar reconociendo que, al margen de la calidad del libro, leer las más de mil páginas que Peter Longerich dedica a este personaje siniestro y cruel me ha supuesto un gran esfuerzo.
Goebbels era un antisemita radical, ideólogo nazi, controlador de la propaganda desde 1930 para lograr una absoluta armonía entre el pueblo y el Führer, un predicador de la violencia… y también un ser dominante, manipulador, mentiroso, cínico y cruel. Diríamos con la historia que conocemos –más y mejor gracias a este libro– que era un monstruo –y relevante– de la monstruosa fauna nazi. Longerich acude a la sicología y diagnostica que sufría «un trastorno narcisista de personalidad» que le hacía buscar adictivamente el reconocimiento y el elogio, lo que explicaría su «casi absoluta devoción por Hitler, su obsesión con su propia imagen y el hecho de que pasara una considerable parte de tiempo enzarzado en largas batallas contra sus competidores en el entorno de Hitler».

La principal aportación de este volumen es que, en gran parte, desmitifica al personaje. Goebbels, para empezar, no era el amigo íntimo de Hitler, aunque terminaría suicidándose con su familia. Peter Longerich, afirma: «No creo que Hitler tuviera ningún amigo personal. Y en el caso de Goebbels, admiraba a Hitler y era extremadamente dependiente de él. No llamaría a eso amistad». Sin embargo, a los seis hijos que tuvo con Magda Quandt (la Medea nazi) les puso nombres que comenzaban por H en recuerdo de Hitler, al que los niños llamaban tío.

Dominar a las masas
Goebbels no tuvo la importancia que se creía en la toma de decisiones del régimen nazi –se veía con Hitler alrededor de una vez al mes–. Tampoco era el gran propagandista que creíamos. Para dominar a las masas supo aplicar el marketing comercial a la política convencido de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad. Desde su Ministerio de Propaganda manipuló sin escrúpulos y con éxito al pueblo alemán para crear el mito del Führer. Con su talentosa retórica creó la mayoría de los discursos de Hitler, ideó la propaganda radiofónica y el Ministerio de Propaganda, y fue la cara visible y el portavoz del nazismo. Supo venderse bien y gracias a su propia publicidad se ha sobredimensionado al personaje.

Con todo, es indudable lo acertado de su propaganda a través de la prensa, la radio, el cine, etc. Y, por citar a título de ejemplo una aportación exitosa, recordemos que Goebbels se inventó la llamada «ayuda de invierno» de 1941, que sería copiada en la España de postguerra por Mercedes Sanz Bachiller, que la transformaría en el falangista Auxilio Social. En los entresijos de todo ello nos introduce Longerich en su libro «Goebbels».

Deseo sacar de la lectura de este libro dos conclusiones. Una, lo importante que es conocer y no olvidar la Historia. Solo daré un argumento. Esta misma semana se ha publicado en la prensa un estudio realizado sobre estudiantes alemanes de 15 años por la Freie Universitat de Berlín. Sus resultados son alarmantes: dice que la mitad de ellos duda de si Hitler fue un dictador y su régimen fue o no democracia. Su autor, Klaus Schroeder, lo explica como «un claro efecto de subestimar el conocimiento histórico». Segunda, el nazismo –también el fascismo– es éticamente inaceptable y ello nos obliga a ser beligerantes.

¿Cómo se gesta un genocida? ¿Cómo un Hitler puede alcanzar el poder democráticamente? ¿Cómo un pueblo puede aceptar tal grado de degradación y crueldad? … son algunas de las inevitables preguntas que nos surgen al hilo de la lectura de este libro. Si esta obra de Longerich –ferviente antinazi– puede servir para encontrar respuestas o para crear conciencia de lo que una sociedad no puede nunca permitir ni aceptar, está justificada.

 

Goebbels Y leni, enemigos íntimos
Estaban condenados a entenderse y sin embargo colisionaron en no pocas ocasiones. La cineasta Leni Reinfenstahl se unió entusiásticamente a la causa nazi después de oír a Hitler en un mitin, aunque no fue Goebbels su principal valedor, sino Rudolf Hess. El ministro de Propaganda no ocultó su antipatía por Reinfenstahl, a la que, por cierto, intentó seducir en vano. Este rechazo acrecentó su animadversión mutua, aunque tuvieron que trabajar juntos, ya que Reinfenstahl se convirtió en una de las artistas que más eficazmente colaboró para ofrecer la mejor imagen del nazismo gracias a los documentales «Victoria de la fe», «El triunfo de la voluntad» y «Olimpia» y Goebbels era el ministro de Propaganda.