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Olorosos tópicos

La publicidad tiene sus ciclos, como muchas otras actividades, y cada año van apareciendo los productos temporales inundando la televisión y otros medios. Si septiembre es el mes de los fascículos, gimnasios y academias de idiomas; en noviembre y diciembre vuelven a casa, vuelven, los anuncios de juguetes, turrones, cavas, regalos y perfumes. Son sectores que se juegan los resultados anuales en unas semanas, y la publicidad constituye su mejor herramienta (o arma, en ese lenguaje bélico que tanto gusta en marketing) para diferenciarse de la competencia y convencer a los consumidores.
Precisamente por la gran importancia que tiene la publicidad para estos productos, no deja de sorprender que la mayoría de las marcas de perfumes sigan estrategias tan similares, tanto en creatividad como en medios. Esta semana, en un mismo bloque publicitario, he llegado a ver más de diez anuncios de perfumes seguidos, uno detrás de otro, y con una creatividad que parece hecha en serie, metiendo los mismos tópicos olorosos: chicas o chicos extraordinariamente bellos y espectaculares, semidesnudos, sensuales, con ropas mojadas o vaporosas, de colores fuertes y mecidas por el viento; escenarios exóticos y paradisiacos con mucha agua, fastuosos palacios, áticos o terrazas absolutamente alejados de la realidad cotidiana; música grandilocuente, voces en su mayor parte impostadas hablando en francés o inglés para que se vea que los «pegfumes» son internacionales, o al menos su marca queda más de lujo si no se entiende…
Está claro que para vender un perfume no vale de nada decir que huele muy bien, pues es algo que, como el valor en los soldados, se supone y debe resultar evidente. Parece también claro que el estilo erótico, el «glamour», la promesa de sexo y manejar todos esos tópicos debe de ser lo que mejor funciona para anunciar fragancias, pues en caso contrario no se explicaría tal similitud entre todas las campañas y estrategias. Se llega a tal parecido que estoy convencido de que si se intercambiasen los finales de la mayoría de los spots de perfumes para anunciar otras marcas no se darían cuenta ni las mismas agencias que los han hecho, por lo que resulta aún más extraño que los identifiquen y reconozcan los consumidores. Al final, todo huele a lo mismo, repetitivo, increíble y absurdo. Pero, al parecer, vende.
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