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«Madrid la nuit»
Estoy que ardo, y no por el aspecto de Helen, que quita el hipo, sino por sus investigaciones, que, para colmo, pretende describir como acreditados trabajos de campo y que los publique. Espiar es una cosa, ejercer el periodismo es otra, y una muy diferente, el chismorreo, tantas veces primo hermano del infundio. Aprovechó que Harry viajó a California –«no piensa volver a la política», me garantiza– para venirse a casa. Otra vez. No me importa. Añoro el rastro de su perfume por la tarima flotante; su desinhibición, sus cabezaditas en el sofá y sus paseos con la camiseta de los Lakers, sólo la camiseta –me atraganto de pensarlo–, que le firmó Kobe Bryant –espera que le consiga una de Gasol–; la pesadez son sus arranques maternales y su empeño en que desayune a diario huevos a la ranchera... Bueno, no es lo malo. Lo peor es que una noche la llevó Harry a uno de los sitios de moda de Madrid, Ambar, creo que me ha dicho, y que desde allí estuvo tentada de llamar a Mourinho a las tantas de la madrugada... «¡Es que vi a varios jugadores del Real Madrid, de mi equipo! ¡Profesionales que tienen que cuidarse!». «Jóvenes, Helen –añado–; tipos saludables con los andrógenos en las pupilas». «¿Pupilas? Creo que uno era el de los ojos saltones. Le falta chispa en los partidos. Seguro. Me dijeron en la ‘‘disco'' que sale con una venezolana conocida en Italia como ‘‘Manggiabambini''. Y entre las salidas nocturnas y la comeniños, ¡ya me dirás!». «Ni diré ni escribiré. ¡Basta de rumores, Helen!, y bájate la camiseta; no, súbetela. Mejor me voy». «¿Al «Madrid la nuit?». ¡Bruja!
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