Historia

Berlín

Cae el muro árabe por Martín Prieto

Se incendia el mundo árabe y desde aquí queremos creer que tras las cenizas llegará la democracia. No está mal como sueño, pero más nos vale seguir preocupándonos por el precio del petróleo

La Razón
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E l brillante Luis Mariñas, ido prematuramente, me contaba su entrevista con Saddam Hussein en las vísperas de la primera guerra del Golfo, única que concedió el sátrapa a un medio occidental. Caminaban a la par por un pasillo, precedidos por fotógrafos, y Hussein se empeñaba en cogerle de la mano como es usual entre varones árabes, y Mariñas manoteaba como una tímida doncella porque no quería precisamente esa foto. Luego en Madrid la CIA presionó por los vídeos para estudiar hasta el último detalle del despacho del iraquí. En su última visita a España, escoltado por una guardia amazónica de doscientas vírgenes, Gadafi extendió su tienda en un prado, estabuló su camella favorita para la leche diaria y, revestido con una especie de cortinas rojo-farol-encendido como Joan Crawford en «Johnny Guitar», entrelazó su mano con la de Zapatero para hacer el paseíllo. ¡Lo que hay que hacer por un barril de petróleo!

El tan denostado Ronald Reagan es hoy el presidente mejor recordado por los estadounidenses, y en 1986 intentó asesinarle con un raid aéreo en su calidad de Bin Laden de aquella época. Los cazabombarderos de la VI flota le metieron un cohete en el wáter de su palacio de Trípoli, desde cuyas ruinas ahora llama a la guerra civil, pero solo mataron a su hija adoptiva Jana, y a sirvientes. Gadafi estaría en su jaima que cambia de ubicación.

El incendio del Sáhara, que, pese a las víctimas, estaba siendo una protesta pacífica imbuida de reformismo, ha explosionado en Libia invirtiendo los términos y colocando el Corán en primer término. Gadafi es un orate que ha pasado de derribar aviones comerciales a arrimarse a Occidente, pasando por el panarabismo de Nasser, pero no es un fundamentalista. Es un beduino nómada, también en las ideas, y su «Libro Verde» es herético porque introduce ingredientes socialistas en el guiso musulmán. No es de extrañar que un imán haya dictado una Fatwa exigiendo su muerte, no por bombardear a su pueblo en cólera sino por réprobo. A título de anécdota, durante nuestra Transición financió el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, Raúl Morodo y José Bono.

OCCIDENTE NO SABE

Tal como en la caída del muro de Berlín, los analistas y las agencias de información occidentales y orientales han estado en la inopia, y ni Obama ni las diplomacias europeas, empezando por la española, saben qué hacer ante este incendio cuya cerilla fue un joven parado tunecino que se sacrificó a lo bonzo. No es internet, que se bloquea rápidamente, sino el peligroso boca a boca de las sociedades arabizadas transmitido por el telégrafo de los zocos y las mezquitas. El Sha cayó por la conspiración de los bazares cuando no existía Facebook. Árabes, turcos, persas, judíos, cristianos coptos y maronitas, arabizantes en general no están haciendo ninguna revolución: en Egipto el Ejército de siempre controla el cambio; los tunecinos, libres de Ben Alí, escapan en masa a la isla italiana de Lampedusa. La guerra civil libia entre Tripolitania y Benghasi puede alzaprimar el coranismo sobre las reformas administrativas. Creer que, como en la descomposición del Este europeo, crecerán democracias occidentalizadas en la orilla oriental del Mediterráneo, es otra utopía como el fin de la Historia propalado por el japonés Fukuyama, cabeza de huevo del Pentágono. Los pueblos cristianos no podríamos convertir el «Nuevo Testamento» en Código Civil y eso es lo que supone el Corán para los musulmanes. Seguirá subiendo el petróleo pero sin que al apagón informativo se sume el energético. El crudo libio es secundario. Arabia Saudí tiene en reserva nueve millones de barriles por hora, y la depresión económica afecta también a los productores. Pero con un 90% de dependencia en energía, si se desestabiliza Argelia y toma el poder el mayoritario e integrista GIA, habremos de orar a Alá porque la factura del gas no podrá pagarla ni Amancio Ortega. Siempre nos quedará Moscú.