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Icono pop por Lluís Fernández

La Razón
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Que la mona Chita fue un icono pop, como Carlos Marx, Shirley Temple y Mae West, es un hecho incuestionable, como prueba su inclusión en la portada del «Sargento Peppers», de los Beatles. De hecho, ha permanecido en la memoria de generaciones como una de las más fulgurantes estrellas del cine. Chita fue un personaje con vida propia. Un actor antropoide con suficiente glamour y fotogenia para traspasar la pantalla. Además, tuvo el honor de figurar en Hollywood con el mismo rango que Lassie, Rintintín o el león de la Metro, míticos referentes del estudio que presumía de tener «más estrellas que el firmamento».

Con la Metro consiguió sus mejores interpretaciones junto a Tarzán de la selva, con quien mantuvo una relación de amistad a lo largo de doce películas. No puede decirse lo mismo de sus conflictivos desencuentros con Jane, que le llamaba hijo de… en cuanto se apagaban los focos. Sería pelusilla, porque el estudio rodaba con ocho chimpancés y ningún otro le escupía. La primera vez que el domador le presentó a Johnny Weissmüller le dijo que, si se acercaba con miedo, Chita le atacaría, pero fue amor a primera vista. Se lanzó a sus brazos con esa sonrisa que la catapultó a la fama y comenzó a seguirle por el plató como un cachorrillo.

Cuando Chita cumplió 74 años, coincidiendo con el premio del Festival de Peñíscola a toda su carrera, LA RAZÓN publicó que «Chita se entretiene pintando cuadros más bien abstractos que su cuidador, Dan Westfall, vende en prestigiosas galerías a buen precio. Le encanta tomar algún que otro McDonald's con patatas en un burguer de Palm Springs, donde vive retirada desde 1964». A la chita callando, ha trabajado durante más de treinta años en Hollywood y le puso un broche de oro a su impresionante carrera con su participación en la primera versión del «Doctor Doolittle» (1967). ¡Mona Chita, ya te echamos de menos!