Actualidad
Las actrices reniegan de sus desnudos por Jesús Mariñas
Resultó decepcionante el bautismo del nostálgico libro «Las estrellas del destape y la Transición» en la triste Academia de Cine el pasado lunes. El texto de José Aguilar no se queda en un simple repaso de lo que fue el cine de la Transición ya que lo más significativo es el «despelote» de veintitrés mujeres muy diferentes. Ellas marcaron una época, pero ahora prefieren olvidar aquellos –hoy considerados– pecados de juventud. No se entendió qué pintaba allí Ángela Carrasco, que no era del pelotón que mostraba sus encantos, a diferencia de Mirta Miller –a la que no hacía ascos Alfonso de Borbón, más bien lo contrario–. También triunfaron en el destape Ágata Lys; Bárbara Rey, que junto a Rocío Durcal hizo el primer filme de temática lesbiana porque Marieta lo necesitaba económicamente y Junior las venía venir sin dar un palo al agua; Esperanza Roy, convertida en casi trágica; y una retahíla desde Rosa Valenty a Victoria Vera, que ya no se deja ver con el pimpante Pepe Chelala. Lo siento por los dos. Ellas mostraban sus encantos en las películas de Mariano Ozores y José Frade, principales abastecedores del género que abarrotó cines como actualmente no lo consiguen otros de mayores ínfulas. Un repertorio variado, un catálogo de beldades, hoy exprimidas, pero reflejo de un tiempo que aceleró el paso para superar represiones y estar a la altura de Europa.
Pero había pocas ganas de recordar, de ahí la casi desbandada en la que sobresalió Lita Trujillo, cual simple testigo de aquel tiempo, Isabel Gemio y Mónica Pont junto a su novio Dimas, que rehusó ser retratado con la catalana de turbio matrimonio. Ella contó que prepara un libro sobre tal experiencia conyugal. «No será ‘‘La perfecta casada''», vaticinaba conocedora del paño y también recordando a María José Alfonso, otra extraña en tal paraíso, y su unión artística con Carlos Larrañaga. Rosa Valenty agradecía cuánto la miman en el programa de Teresa Campos. «Moncho Borrajo no sabe el daño que me hizo», recordó. Ahora sobrevive gracias al bingo Las Vegas y no tiene pelos en la lengua: «Mi primera película ‘‘ligera de equipaje'' fue con Juanito Navarro y en el primer beso me metió la lengua hasta la garganta. Tuve que aguantarme porque era famoso», confesó. Junto al de Paco Algora, éstos fueron los únicos testimonios de destapes similares al integral que Ramiro Oliveros realizó teatralmente en «Lecciones de anatomía». O al de Juan Ribo en «Equs», que reventó aforos como su amor nada circunstancial con Pastora Vega. Nadie apostaba por ellos, y ahí siguen amartelados. Sin embargo, faltaron algunas de las que fueron beldades bien exhibidas, como la Cantudo de «La trastienda». Su historia familiar y personal también ofrece similares atractivos si se contaran, como Giampa Manfreda pretendió hacer en «DEC». Son secretos al descubierto al igual que los de Aguilar en este libro, espejo de un tiempo en el que «El vecino del quinto» batió récords de taquilla. También recoge las exhibiciones no casuales de Ana Belén, Charo López, Isabel Luque y Concha Velasco, sin reparos en lucir un desnudo integral en la tediosa Mata Hari escénica de Adolfo Marsillach, intelectual que se apuntó a desnudarlas al estilo de César Lucas con Marisol o José María Castellví en su libro de 1977, un documento representativo de aquellos años de los que no se libró ni la imponente Ángela Molina.
✕
Accede a tu cuenta para comentar