Ministerio de Sanidad
El alcohol invierte los efectos de los medicamentos
Las fiestas tocan a su fin, y lo hacen con un aumento del consumo de alcohol en nuestro organismo que, sin duda, pasa factura. Porque la ingesta aguda altera nuestras facultades mentales, mostrando a la persona más desinhibida y falseando su percepción de la realidad. Además, aumenta la presión sanguínea y produce una vasodilatación periférica, ocasionando sensación de calor y enrojecimiento.
También a nivel gastrointestinal puede provocar estragos, sobre todo gástricos y especialmente en el hígado, ya que éste es el encargado de metabolizar el alcohol para que pueda ser eliminado de nuestro organismo. La situación más grave sería la intoxicación etílica, pudiendo llegar al coma etílico e incluso a la muerte.
El consumo moderado, sin embargo, es en ocasiones beneficioso. Ciertos estudios revelan que pequeñas cantidades tomadas habitualmente podrían tener un efecto cardioprotector. Algunos expertos ven positiva la ingesta de uno o dos vasitos diarios de vino, y achacan sus bondades al resveratrol, un antioxidante presente en esta bebida.
eliminación
Un factor a tener en cuenta a la hora de consumir de forma correcta y moderada es si la persona se encuentra o no bajo tratamiento farmacológico. Más de una vez habremos oído la frase «no hay que mezclar medicamentos con alcohol». Ésta es una afirmación más cierta para unos fármacos que para otros, y las razones son muy variadas.
La mayoría de los medicamentos se metabolizan en el hígado, esto es, tras haber ejercido su acción terapéutica, se transforman en sustancias fácilmente eliminables por el organismo, a través de la orina, heces o por la respiración. Esto ocurre en unas estructuras hepáticas llamadas citocromos. El alcohol también se metaboliza a este nivel, y puede afectar la eliminación de los fármacos ingeridos simultáneamente. El resultado puede ser diferente según el medicamento en cuestión, desde no afectarle prácticamente nada, a aumentar su velocidad de eliminación, con la consiguiente desaparición del efecto farmacológico. También el extremo contrario, ralentizar el proceso y provocar una importante toxicidad. Por ello, el consejo es «no mezclar» medicamentos con alcohol, y siempre consultar al experto ya que sí que existen algunos en los que los límites entre efecto terapéutico y toxicidad son tan minúsculos que pequeñas variaciones pueden desplazar la balanza hacia situaciones problemáticas.
Un ejemplo visual son los anticoagulantes orales. Las personas en tratamiento deben realizarse chequeos periódicos, para mantener los niveles sanguíneos de estos fármacos muy constantes. El alcohol descompensa con gran facilidad esta situación, pasando desde la predisposición a la hemorragia a la formación de trombos.
Mayor efecto
Otro grupo de medicamentos a tener en la cabeza son los que actúan a nivel del sistema nervioso central, ya que el alcohol también actúa en esta localización. Potencia los efectos depresores de estos fármacos, por lo que nunca deben mezclarse. Es el caso de los antidepresivos o antiepilépticos.
Por todo ello y fuera de tratamiento farmacológico, hemos de ser llamados a un consumo moderado y responsable, evitando así daños a largo plazo en nuestro organismo y en la sociedad.
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