Cambios en el PP

El maestro armero

La Razón
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Felipe V nunca imaginó que su idea de crear el cargo de maestro armero en 1703, cuando la pica pasó a mejor vida como arma de infantería siendo sustituida por el fusil, se convertiría con el paso de los siglos en la solución de todos los males. El maestro armero tenía la obligación de supervisar el armamento y atender las reclamaciones de la tropa. Seguramente, éstas eran inacabables y cuando algo no funcionaba los oficiales tenían la solución: la reclamación al maestro armero. Así, la culpa era siempre para el mismo. El maestro armero se ha convertido en el chivo expiatorio que todos buscan –quizá es más correcto, buscamos– para eludir las propias responsabilidades y errores.
Mourinho lo ha puesto en la cresta de la ola, aunque no es el único que se refugia en Felipe V. Él no pierde partidos. Los pierde por culpa del árbitro. Rajoy, hace años, eligió a Zapatero. Zapatero a la crisis. Artur Mas repite Zapatero. Mayor Oreja a Bildu, ETA o todo lo que se le parezca, incluido Zapatero, ¡faltaría más! Arenas a Chaves. Griñán a Arenas. Camps a Garzón y, si me apuran, a la conspiración en general. Tomás Gómez a Esperanza Aguirre. Aguirre a todo el que se mueve, incluido Gallardón. Cospedal a Barreda. Barreda a Cospedal. Los independentistas a Aznar. Aznar a la izquierda, en sentido amplio. Los populares catalanes a los inmigrantes. El Tea Party a Obama. Obama a Ben Laden, y los suyos a Occidente. Qué quieren que les diga, con tanto culpable, alguna culpa, error o responsabilidad propia habrá. Así las cosas, no es de extrañar que los ciudadanos elijan a los políticos como su propio maestro armero.