Museo del Prado
La grandeza de un mortero
Un objeto no es nada. Apenas es una forma, un moldeado, un volumen que suele pasar desapercibido. Jamás atrae la atención de nadie ni tampoco las miradas curiosas, indiscretas. La belleza de un objeto se percibe a partir de la observación de su luz, su textura, su brillo, su color, que son las cualidades que le dan personalidad, excepcionalidad
Un mortero, una jarra o un caldero de cobre rojo se redefinen en la combinación de estas cualidades aleatorias. Chardin es el retratista de esas propiedades, que son las que resaltan su naturaleza. En su pintura, una vasija, una cazuela o una bandeja dejan de ser una vasija, una cazuela o una bandeja. Son algo más. Chardin, francés, del mismo siglo que vieron Watteau, Baucher o Fragonard, rescata a los objetos del telón de su cotidianeidad para convertirlos en un espectáculo de matices, colores y singularidades. Su pincel nos los enseña desposeídos de ese manto de utilidad que los vulgariza y que es el mismo que impide contemplarlos con sus imperfecciones y muescas. El Museo del Prado dedica, por primera vez en España, una exposición a este artista extraño, de gabinete, íntimo; a este pintor de pintores –admirado por maestros de la altura de Cézanne y Picasso– que comenzó dibujando bodegones y naturalezas muertas, un género llamado menor y que él hace grande, para internarse, con el tiempo, y debido a necesidades económicas, en el retrato íntimo, en estampas domésticas que remiten a la tradición holandesa. A través de 57 obras se recorre la plástica de este creador que ha pasado desapercibido demasiado tiempo entre el público.
«Pocas veces se tiene la sensación de ofrecer un regalo al público, pero en este caso...», aseguró Miguel Zugaza, director de la pinacoteca, que no terminó la frase. «No se puede entender cuál es su magia», reconoció Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado. La muestra, comisariada por Pierre Rosenberg, director honorario del Museo del Louvre, recorre la evolución de Chardin y reúne algunas de las telas más conocidas. Es el caso de «La raya». Pero también se han reunido las tres copias de «La joven maestra de escuela» y las diferentes versiones de «Pompa de jabón».
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