Crisis económica

Agotamiento

La Razón
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El 20 de septiembre discurseaba Obama ante sus seguidores para evitar el desastre en las próximas elecciones, cuando se levantó una mujer que le dijo, con dignidad, sin malas apalabras, que era una seguidora suya, una esposa y una madre de clase media, y que, «francamente», estaba «agotada» ante una política que llevaba años prometiendo una recuperación que no llegaba. Una veterana periodista ha contrapuesto los «agotados» con aquellos otros que están «enfadados» –se puede poner otra palabra, más gráfica– ante esa misma política.

En nuestro país también hay signos que indican que estamos ante un momento crítico. Se ha dicho que el 29 S ha acabado en empate entre sindicatos y Gobierno. Puede ser, pero el caso es que no hubo huelga… salvo allí donde los «sindicalistas de clase» la impusieron por la fuerza. Ha entrado en quiebra el modelo sindical que salió de la Transición porque los «sindicatos de clase» lo han pervertido hasta convertirlo en un aparato más del Gobierno, sin transparencia, ni representatividad ni conexión con las preocupaciones de los españoles.

Es posible que el Gobierno socialista haya conseguido una tregua. Ahora bien, no ha recuperado la confianza de la opinión pública. Está en cuestión la política de antirreforma y de expansión del gasto público, agotada –como demuestran los últimos Presupuestos– después de un experimento neocorporativo y neokeynesiano que ha durado tres años. Con ella se ha terminado la confianza en el propio Rodríguez Zapatero, identificado con la crisis y con los resultados de una gestión desastrosa. Los españoles aguantaron, en los 80 y los 90, tasas de paro masivas, siempre superiores al 16 por ciento. No parece que ahora, después de haber conocido otra situación, estén dispuestos a otorgar la misma confianza a nadie.

Hay más. Las encuestas indican que, por primera vez en la historia de la democracia española, la opinión ha dejado de confiar en el sistema autonómico. No estamos a favor de una vuelta al centralismo, pero ya no percibimos en las comunidades autónomas aquella legendaria voluntad de la Administración por acercarse a los administrados. Entre la delirante pulsión identitaria, el despilfarro y la corrupción de los dirigentes locales, el sistema autonómico da signos de agotamiento.

Así que empiezan a estar «agotadas» algunas instituciones, la política de expansión del gasto público y el sistema autonómico. Habiendo lanzado un proyecto de cambio en muchos campos de la realidad española, Rodríguez Zapatero habrá conseguido progresos en algunos, pero sobre todo ha logrado agotar muchos más. Estos años no habrán significado tanto una apertura a una etapa nueva, como el cierre de otra que, basándose en presupuestos ideológicos de muy largo recorrido en la ideología progresista española, ha llegado a un punto sin retorno de perversión de los principios de reforma, cohesión y consenso que inspiraron la Transición. Necesitamos a gente que sepa calibrar el momento histórico en que nos encontramos y reconducir la situación sin traumas, salvando lo que se pueda salvar, que es mucho, y abriendo nuevos horizontes.