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Jorge Herralde: «Si las librerías desaparecen tendremos un problema»

Premiado en la Feria de Londres, es el primer español en obtener tal galardón

Jorge Herralde: «Si las librerías desaparecen tendremos un problema»
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Uno va haciendo catálogo desde niño, con las lecturas primeras, que es cuando la memoria empieza a amueblarse de nombres, títulos, historias. Jorge Herralde entró en la literatura por la puerta del humor británico, que es un humor que apela a la inteligencia, a la complicidad de la sonrisa y no a la barbarie de la carcajada. Comenzó a hacerse editor, quizá sin darse cuenta, con los relatos de Richmal Crompton y Woodhouse, que enseguida asentaron en él una anglofilia sutil, una afinidad hacia lo «british» que dejó clara en 1969, cuando fundó Anagrama para dedicarse a publicar libros en un país abundante en carencias y donde la censura aún era un oficio. «Para celebrar el 40 aniversario del sello compilé en un volumen los mejores textos de humor inglés», recuerda. Y desde Inglaterra le ha llegado precisamente un reconocimiento inesperado, el Premio Lifetime Achievement, que concede la Feria de Londres junto con la Publishers Association. Después de Antoine Gallimard, Jorge Herralde es el segundo editor fuera del mundo anglosajón en obtener la distinción y el primero que lo recibe en el ámbito español.

-¿Sorprendido?
-Es un premio a la permanencia (risas) y a un catálogo. Estoy orgulloso de estos autores que, a veces, hemos publicado en circunstancias poco amables, desde la época del franquismo hasta la actual competencia con los grandes grupos que poseen más recursos.

-Su apuesta es diferente.
-Es la del ensayo y la calidad literaria, que ahora están penalizadas en un mercado que cada día tiende más a la banalización y la frivolidad. Aunque todavía es posible hacer el trabajo editorial con las premisas de hace años. Hay que trabajar más, pero es posible.

-Los escaparates de las librerías cada vez son más parecidos.
-Es una tendencia. Se debe a la crisis. Incluso las que tienen una marcada tendencia cultural. Ante la escasez de ventas, buscan una mínima rentabilidad para sobrevivir. Pero continúa habiendo librerías importantes, como Antonio Machado en Madrid, o La Central, en Barcelona. Y en muchas ciudades hay una o dos que alimentan el fuego sagrado. La crisis que azota lo hace todo más difícil y que esta política cultural sea heroica.

-¿Qué le preocupa de la crisis?
-Las librerías. Es el eslabón más frágil. Es aquí donde tendremos un problema si desaparecen. El Gobierno debería tomar medidas para apoyarlas, aunque no sé si está por la labor.

-¿Y cómo afecta al escritor?
-Vivir de los libros, durante muchos años, décadas, era atípico. Goytisolo, Aldecoa, Martín Gaite y los escritores de los primeros sesenta vendían sólo unos miles de ejemplares. Pero estaban organizados. Trabajaban en ministerios o tenían otras formas de vida. En los ochenta hubo una explosión cultural con lo que se llamó el «best-seller» de calidad. Milan Kundera, Javier Marías y otros vendían mucho. En las últimas décadas había infinidad de actividades paraliterarias, como encuentros, becas, concursos, anticipos y actividades para poder vivir como escritores. Los recortes han afectado a esas actividades. Como lo del Premio Torrevieja, que era un disparate, casi un producto de la burbuja inmobiliaria. Eso ha disminuido. Los escritores, igual que el resto, ahora se tendrán que poner las pilas.

-¿Y la salida de la crisis?
-Siempre se ha dicho que el libro era un valor refugio, pero la crisis también ha llegado a este sector. Es absurdo hacer un pronóstico. Las noticias diarias son pésimas y contradictorias.
Toda presentación necesita un glosador, alguien que minie la figura, y, en la entrega de este premio, quien retrató a Herralde fue el escritor Adam Thirlwell. «Es uno de los editores más seductores y maliciosamente divertidos», subrayó. Pero, Thirwell, consciente de que todo hombre también es su trabajo, se apresuró a apuntar: «Anagrama representa una meticulosa antología de la literatura mundial».

-¿Qué opina del precio fijo?
-La crisis actual es pavorosa. En estos años, el precio fijo ha sido un dique para detener la marea de la banalización y el «best-seller» puro y duro. Hace once años se quiso romper, aunque nos amotinamos en Madrid y Barcelona. Todos los editores independientes, pero también José Manuel Lara, en defensa del precio fijo, y aparcaron este deseo. Tenemos el ejemplo de EE UU y Gran Bretaña, que lo abandonaron ,y la diferencia del paisaje literario cambió. Han desaparecido librerías y grandes cadenas. En el proceso de descuentos desorbitados todos perdían dinero. Varios estudios demuestran además que los libros se han encarecido más en Inglaterra que en Francia y España. El resultado final de esa política es malo y no sólo en el plano cultural.

-¿Cuál fue la consecuencia?
-Con el precio libre la tendencia es publicar los libros con mayores rotaciones, que algunas veces son buenos, pero otros son de escaso valor cultural. Esto se ha frenado en Europa con el precio fijo. La realidad es elocuente. En Estados unidos ha sido una catástrofe. Han dejado de existir librerías y cadenas.

-Eso no ha sido bueno para nadie.
-Eso ha sido bueno para Amazon, en todo caso.


¿Aún queda bolaño?
Lo reconoce. Desde hace dos años ya no tiene acceso al archivo literario de Roberto Bolaño. «Aún existe mucho material inconcluso que no está carente de interés, pero libros terminados, creo que no quedan más», dice Herralde.


El detalle
OBJETIVO, EE UU

Es el deseo de todas las editoriales. Pero se trata de un mercado difícil. «Es un milagro entrar –dice Herralde–. Incluso para un autor británico, triunfar en EE UU es complicado. Bolaño fue un caso único en la lengua española. Todas las editoriales que en mayor o menor medida desembarcamos hemos obtenido resultados no esperanzadores. Hay millones de hispanos, pero muchos, en cuanto empiezan a ascender en la escala social se pasan al inglés, incluso como lectores», asegura.