Crítica de libros
Precisamente ellos
El destino ha querido que el final del ciclo político de Rodríguez Zapatero llegue entre manifestaciones que cuestionan la naturaleza democrática de la sociedad en la que nos ha tocado vivir: protestas con un punto de dramatismo (o todo o nada) y reivindicaciones difíciles de atender.
Podríamos especular sobre si este hecho tiene que ver con su visión fundamentalista de la política, no en el sentido religioso, claro está, pero casi. En él reverbera la ambición de refundar los principios de la democracia, de erigirse en origen de una nueva etapa de España, punta de lanza de una civilización en paz, perfecta por lo tanto. De nuevo habrá querido el destino que días antes de que él llegase a La Moncloa circunspectos manifestantes gritasen «¡queremos saber la verdad!» y ahora cuelgan en Sol carteles con parecido lema: «Decirnos la verdad». Está en juego la verdad, y lo malo de todo esto es que es imposible decirla porque nadie la sabe (la única verdad que está en juego estos días sólo la saben dos personas: Strauss-Kahn y Nafissatou Diallo). Así que puede ser que la verdadera herencia política que nos deje Zapatero sea la de los «indignados»: una visión utópica de la democracia. Debe ser duro que los que te auparon al poder te echen ahora.
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