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Arenas y Griñán se citan en 80 días
El líder del PP-A tiene su mejor oportunidad para alcanzar el Gobierno de la Junta, mientras que el presidente actual podría convertirse en el dirigente socialista con más poder de España
Sevilla- «Ahora Andalucía» o «Hagamos nuestro propio camino». Son los lemas que PP-A y PSOE-A utilizan respectivamente en esta larga precampaña hasta las elecciones autonómicas de marzo. Arenas o Griñán. Ésa es la opción que tendrán que elegir los andaluces en menos de cien días, porque proclamados oficialmente por sus respectivos partidos como candidatos, son los únicos con opciones de gobernar.
El mensaje del PP está muy definido. Andalucía es la única comunidad autónoma de España en la que aún no ha habido alternancia política. En Galicia, País Vasco, Extremadura o Castilla La Mancha, se han sucedido ya Gobiernos de distinto signo político. Desde que se celebraron las primeras elecciones al Parlamento de Andalucía en mayo de 1982, el PSOE siempre ha gobernado en la región. Los populares utilizan el desgaste de los 30 años de Gobiernos socialistas para pedir el cambio. Precisamente, sobre la palabra «cambio» gira la fuerza de su mensaje. Es un concepto que por sí mismo genera adhesión. «El cambio ya ha llegado a España, ahora toca Andalucía» es el mensaje. El presidente del PP-A ha utilizado otro símil en ocasiones: «Hay que cerrar el círculo de la confianza». Con la mayoría de Gobiernos autonómicos gobermados por el PP y el Gobierno central conquistado recientemente, sólo falta por desvelar la incógnita de la Junta de Andalucía. «La región no puede quedarse atrás», esgrimen los populares andaluces.
Ese escenario de «poder absoluto» del PP es el mismo que barajan desde el PSOE como argumento para que los ciudadanos mantengan la confianza en los socialistas andaluces. Griñán apostó fuerte por agotar la legislatura con la excusa de que «había un programa por cumplir». Su análisis se ha confirmado como acertado para sus intereses personales –distinto es lo que le hubiera convenido al PSOE como organización política en España–. La mayoría absoluta conquistada por Chaves en 2008 le ha garantizado la necesaria estabilidad parlamentaria. Además, alejar la cita electoral andaluza de las generales le permite jugar una baza: los electores no castigarán otra vez al PSOE. Ya lo hicieron en las municipales y en el enfrentamiento entre Rajoy y Rubalcaba. Otra vez sería excesivo.
Un problema al que tendrá que hacer frente el PSOE es que el «miedo a la derecha» es cada vez más residual. Las encuestas sociológicas así lo confirman. La última, elaborada por el instituto Capdea –organización adscrita a la Universidad de Granada y sobre la que el PP ha vertido numerosas dudas por su proximidad a los socialistas– ha sido reveladora: existía más miedo en Andalucía a que el PSOE ganara las elecciones que a una victoria popular. ¿El motivo? Los ciudadanos resposabilizan a los socialistas de la crisis económica. No del origen, pero sí de la tardanza en reaccionar y de la falta de soluciones, lo que ha llevado a España y Andalucía a tasas de paro históricas. La esperanza en revertir esa situación pasaba necesariamente por un «cambio» político y ahí surge de nuevo la imagen del PP.
Pero los socialistas van a insistir en esa teoría. Pese a que el presidente de la Junta de Andalucía ha prometido «lealtad institucional» e incluso ha hablado de que él sí otorgará «cien días» al Gobierno de Rajoy, el discurso del PSOE-A es otro. Esperan que el nuevo Ejecutivo tome medidas duras para reforzar su teoría de que existe una salida «socialdemócrata» a la crisis –la que ellos proponen– y otra «liberal-conservadora» que encarna el PP y que pasa por entregar el poder a los mercados y al sector privado olvidándose de los más desfavorecidos.
En esa línea se pronunció Griñán en su discurso navideño cuando advirtió de que no se pueden perder derechos sociales.
Las decisiones del Consejo de Ministros del pasado viernes han supuesto un impulso para los socialistas. El portavoz parlamentario Mario Jiménez llevaba reclamando en cada intervención que el Ejecutivo de Rajoy tomara medidas inmediatas, es decir, procediera a aprobar recortes. ¿Por qué? Para criticar las decisiones, generar desconteno y reducir la diferencia que el PP saca al PSOE.
Si esos cien días de los que ha hablado Griñán se respetaran, no habría «confrontación» posible con el nuevo Gobierno. El camino hasta el Palacio de San Telmo de Arenas sería casi una alfombra roja.
En el PP no existe preocupación, aunque sí cierta ansiedad porque nada estropee el trabajo de los últimos años. Aseguran que las decisiones que ha tomado y tomará Rajoy y sus ministros serán un «aval» para la campaña autonómica y no una losa. De hecho, la celebración del Congreso del PP en Sevilla los días 17, 18 y 19 pretende escenificar que Andalucía es una «prioridad». Es una incógnita, aunque sí es verdad que los gobiernos autonómicos que han adoptado decisiones drásticas e impopulares –como Cataluña o Castilla La Mancha– no han sufrido el esperado castigo en los comicios generales –CIU y el PP volvieron a ganar–. Expresiones como «hay que apretarse el cinturón» o «austeridad» han calado entre los ciudadanos.
La falta de un discurso convincente en la izquierda también ha influido. Griñán insiste una y otra vez en que hay que hacer «pedagogía política» pero de momento su mensaje no llega. La desafección entre las filas socialistas y la crisis de liderazgo en el PSOE no ayuda.
La esperanza es que el Congreso del primer fin de semana de febrero ayude a combatir esa apatía. Socialistas andaluces abogan por un debate interno. «No nos vale que se traslade una imagen de todos contentos levantando los brazos», aseguran en privado. Ahí es donde se enmarcan las declaraciones de Griñán cuando señaló que Rubalcaba debió someterse a primarias. Por eso también la «neutralidad» impuesta desde la dirección de los socialistas andaluces. Un apoyo explícito decantaría la balanza y el nuevo secretario general socialista perdería fuerza. El objetivo es que se presente fruto de una especie de catarsis interna y que asume los errores del pasado y se presenta con un nuevo proyecto de futuro.
Y ahí entran en juego de nuevo las elecciones andaluzas. Esa «expiación» ya se ha producido y los socialistas andaluces quieren presentar que la cita de marzo es un punto de inflexión. Comienza la recuperación. Por eso Griñán insiste una y otra vez en que apoyará al candidato a la secretaría general que tenga su continuidad al frente de la Junta como «prioridad».
La teoría resiste el argumento. Pero dentro del PSOE hay otras voces que dan ya por perdida la cita andaluza. Por eso prefieren no precipitar el Congreso y han pedido públicamente retrasarlo hasta junio. No ven las elecciones andaluzas como la primera estación de la recuperación del proyecto socialista, sino como la última parada de la debacle. El matiz es muy importante.
Definidos los mensajes generales de los dos partidos, la campaña en sí no debe dar sorpresas. Con más de nueve puntos de ventaja, el PP-A reforzará su discurso, mientras que el PSOE-A sí tendrá que exponer más. El partido de Arenas ultima un programa en el que aparezcan definidos cien compromisos electorales «claros y realizables». Todas las políticas «al servicio del empleo», repiten de manera incesante. «Austeridad» y «reformas». Reducción de consejerías, adelgazamiento del sector público empresarial, reforma de la administración y ley de transparencia o cambios sustanciales en la política educativa –de la mano del Gobierno central– serán ejes del discurso. «No se tocarán las políticas sociales» proclaman para contrarrestar el discurso socialista.
Ahí centrará su mensaje el PSOE. Ya en las generales, los dirigentes socialistas repartieron propaganda en centros escolares, sanitarios y sociales. A tenor de los resultados, el resultado no fue muy positivo. Pero insistirán: está en juego el Estado del Bienestar y qué mejor ejemplo que la educación y la sanidad para explicarlo. El desenlace, en unos ochenta días.
IU, UPyD y, en menor medida PA, esperan ser decisivos
Si el PP no consigue la mayoría absoluta –salvo vuelco, el PSOE no tiene posibilidades de revalidarla–, entraran en escena otros partidos. Fundamentalmente IU y UPyD, ya que el Partido Andalucista, clave en otras ocasiones, parte con mucha desventaja. Si la suma de PSOE e IU alcanza 55 diputados –la Cámara autonómica cuenta con 109–, Andalucía podría tener un Gobierno con los comunistas por primera vez en el poder. No parece probable que IU repita la experiencia de Extremadura y apoye a los populares. Sí parece más probable que lo hiciera UPyD si consigue representación parlamentaria y el PP no obtiene mayoría suficiente. Su líder nacional, Rosa Díez, ya ha manifestado que el cambio político es «más necesario en Andalucía» que en otro sitio. Ni a Arenas ni a Griñán le gustan esas alternativas, pero tendrán que contemplarlas si las urnas así lo deciden.
Las fechas clave
- Aunque Griñán no ha desvelado aún la fecha de las elecciones, en una entrevista en Onda Cero dijo que serán «lo más probable en la segunda quincena de marzo». También ha apuntado que lo comunicará «56 días antes», es decir, apurando los plazos legales. En cualquier caso, se cumplirían más de cuatro años desde las últimas elecciones que fueron el 9 de marzo de 2008.
18 de marzo
- Los plazos a los que el presidente hace referencia le obligarían a anunciar la fecha a mediados de enero.
25 de marzo
- Es la previsión con la que trabaja Arenas, que mantiene que será la fecha elegida. El siguiente domingo, 1 de abril, es Domingo de Ramos.
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