Juana

Juana es el nombre de una madre, una madre en el más amplio sentido de la palabra. Una mujer que se ha olvidado de sí misma y de la vida para reclamar justicia para un hijo, Antonio Meño, del que cuida sin límites, ni preguntas. No me voy a unir a ese coro de oportunistas que, sin saber ni una palabra de Derecho, ya han tomado una decisión sobre el sentido que debe tener de la sentencia. Eso sería prejuzgar, y bastantes juicios paralelos se producen en este país como para añadir más leña al fuego. La Justicia debe dar a cada uno según su derecho, y si bien no cabe duda de que todos desearíamos un desenlace favorable a Antonio, sin embargo ese deseo no puede hacer que la justicia se quite la venda para mirar de reojo. La caridad no puede llevarnos a la senda de la injusticia.

De todas formas, no es ésa la cuestión que me mueve a esta reflexión. Lo es, el ejemplo de sacrificio de Juana en un tiempo de egoísmo, en un tiempo en el que el aborto ha pasado de ser la última ratio, a convertirse en un derecho que se ejercita con menos requisitos de los necesarios para operarse de apendicitis. Un tiempo, en definitiva, en el que en nombre de la comodidad personal se puede sacrificar cualquier valor, cualquier principio.

Por eso me importa el ejemplo de Juana, porque es vanguardista, porque se ha convertido en un testimonio de verdadero amor.