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Guardiola, el mejor entrenador de 2011, mérito que sólo le discuten quienes a saber con qué criterios se inclinaron por Ferguson o Mourinho, ha declarado que un equipo como el Barça no puede pararse por un error arbitral. «Hay que superarlo», dijo, y añadió que lo conveniente es indagar en lo que ellos hicieron mal. «Chapeau». Pero el Barça no es sólo Guardiola ni el Madrid se ciñe al club. Alrededor de ambos gira el entorno, tan pernicioso. Resulta ruin que en Barcelona duden de la honradez de Turienzo por acertar con la mano de Messi en el gol que le anuló y por no ver el penalti de Raúl. Según ese criterio, Turienzo, y el árbitro de Getafe y el de Valencia han robado al Barça, que es segundo. Y cuando el segundo era el Madrid, los árbitros, siempre ellos, regalaban los títulos a los azulgrana y los hurtaban al Madrid. En román paladino, los árbitros son unos ladrones y Villar y Sánchez Arminio, el sistema, unos veletas con inigualable capacidad camaleónica para mudar de color según... qué.
Tan injusto es llamar ladrones a los árbitros cuando se equivocan en contra como que Xavi, y cambio de tercio, no haya recibido aún el Balón de Oro. Sólo un futbolista español, Luis Suárez en 1960, ha sido compensado con un galardón que deja de ser distinguido cuando los criterios de elección son tan caprichosos como ambiguos. Mas es posible que la culpa no sea del jurado sino del fútbol español, incapaz de sacar réditos a su calidad ni cuando domina el mundo. Acaso esas batallas fútiles entre cierta Prensa de Madrid y Barcelona lo condenen por su lamentable falta de objetividad. Si no nos entendemos dentro, cómo pretender que nos comprendan fuera.