Barcelona

Mentiras arriesgadas

La Razón
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La manipulación de los sentimientos es la forma más infame de hacer política, y en los últimos días estamos asistiendo a uno de los ejercicios más brutales de manipulación desde las setenta y dos horas posteriores a los atentados de marzo de 2004. María Teresa Fernández de la Vega y José Blanco se han convertido en los dos grandes removedores de sentimientos en contra del PP a cuenta de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. La vicepresidenta utiliza cada viernes la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros para hacer partidismo sin el más mínimo pudor. Para ella lo institucional y lo partidario no es que se confunda, es que es lo mismo. Igual que Montilla cree que él es Cataluña, De la Vega cree que cada viernes es España y no ella quien se dirige a los medios de comunicación. Desde el partidismo y el sectarismo extremos se dicen mentiras sin pararse a pensar en las consecuencias. Son mentiras arriesgadas que buscan el enfrentamiento en el que los socialistas se mueven como pez en el agua o como el pulpo Paul en su acuario. Justificar lo injustificable, como que el socialista Montilla encabece una manifestación independentista por las calles de Barcelona mientras ZP, la vice y el ministro de Fomento que ha retomado su papel de látigo de la oposición ya que en su Ministerio no queda un duro en la caja para las obras públicas, aseguran que la sentencia del TC es poco menos que idílica y demuestra que el Estatut es plenamente constitucional. Ellos saben que mienten pero desconocen que los españoles, que también, lo saben son hoy una mayoría que les va a desalojar del poder si no cambian mucho, muchísimo, las cosas. O la sentencia es buena para Cataluña o no lo es, pero lo que no puede ser es buena y mala a la vez. Montilla, que tuvo que salir por patas de la manifestaciones del sábado, ya no puede seguir jugando a dos barajas. Los independentistas no le creen, y los que no lo son mucho menos. El PSOE se ha metido en un laberinto del que sólo puede salir escaldado, y de nada le van a servir sus maniobras de distracción culpando al PP de agraviar a los catalanes en su conjunto cuando la contradicción entre PSOE y PSC es clamorosa. De nada les va a servir lo que han hecho durante estos seis años con los medios de comunicación, favoreciendo de manera descarada e incluso impúdica a sus amiguetes mientras le niegan el pan y la sal a quienes se atreven a criticarles. Cuando gobiernan los socialistas siempre es igual. O se está con ellos o contra ellos, y no caben las medias tintas. Lo acaba de demostrar en Asturias el defenestrado Vicentín Álvarez Areces que, horas antes de anunciar que no se presenta a la reelección, pero callando que la decisión no es suya sino de Ferraz, donde no quieren verlo ni en pintura, concedió las nuevas licencias de radio a sus amiguetes que sabrán ser agradecidos cuando se quede en la calle. Ya hay precedentes al respecto. González Laxe en Galicia hizo lo mismo pero cuando ya había perdido frente a Fraga y antes de que se celebrara la sesión de investidura. Ese es el sentido del pluralismo que tanto pregonan desde Zapatero al último mono del PSOE. El tiempo de las facturas políticas se acerca y de ahí los nervios y las cortinas de humo.